Puestos a ver las elecciones del domingo pasado como el referendum que no fueron, yo me pongo también a buscar un consuelo para tontos y voy a quedarme con la reacción de la izquierda. El PSC no bajó tanto como se pensaba que iba a bajar, ERC subió como la espuma y entraron las CUP. Iniciativa siguió en su línea, a cada elección se demuestra que la gente, aunque ellos mismos vayan a pie, no acaba de creerse al líder en bicicleta.
Menos mal. Solo faltaba que la derechona, empleando sus métodos de siempre, hubiera vuelto a ganar en tiempos de sentadas en la plaza, sindicatos en la calle y gente pobre y, encima, apaleada. Menos mal que eso solo funciona cuando no se vota, cuando el líder es realmente Dios, sus ángeles perros rabiosos, y a sus acólitos les mueve más la fe en la cuenta corriente, en la panza repleta, que la congruencia en la doctrina.
Así que, miren, sí: vamos a haber ganado todos al final. Los de derechas por independentistas (o eso dicen), y los de izquierdas por pobres y cabreados.
Y ahora venga, va, que corra el vino antes de que empecemos a fijarnos en que el haber ganado o no unas elecciones no es solo victoria o derrota de un día; ahora que aún no nos hemos puesto a pensar que, después del domingo, viene todo lo demás.
(Lo que estoy diciendo es que el resultado es tan complicado que hasta los más -se supone- competentes analistas, tirando por la simplificación, hacen artículos que más que explicar a la concurrencia, parece que intentan ser explicaciones para sí mismos. Lo que estoy diciendo es que no hay remate claro, que esto es un montón dentro del área. Y que de los montones dentro del área lo mismo no sale nada que sale un gol feo o uno en propia puerta).
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