Alucino con Núvol.
De vez en cuando van pidiendo por el Twitter voluntarios para cubrir tal o cual festival en lugares más o menos recónditos de Catalunya. Voluntarios; que no cobran un euro por ello, vaya. Y suelen encontrarlos. Supongo que les gestionan el pase de prensa o les pagan las entradas; eso espero.
Lo de trabajar gratis es curioso.
Hace poco me escribieron de un sitio en el que, desde el año pasado, escribo sobre libros. Me decían que este curso no tenían presupuesto para pagar a los colaboradores pero que querían seguir tirando adelante la revista hasta que esta situación se solucionara; que si quería seguir haciendo lo mío, con la periodicidad que yo quisiera, eso sí, estarían encantados, pero que el plan era el que era.
Les dije que sí quería por tres motivos:
Uno: Desde el principio -incluso cuando cobraba- me han dejado hacer lo que me ha dado la gana.
Dos: Me caen bien (seguramente por eso primero que acabo de decir).
Y tres: Me lo paso bomba pensando que hago una cosa un poco puñetera: me ponga a escribir sobre el libro que me ponga a escribir, siempre acabo metiendo en el articulito alguna referencia que sé seguro que no encaja para nada en la selección de lecturas del público habitual de la revista. O sea, les miento a catalanes o a españoles de la primera mitad del siglo XX, incluso a algún americano de principios de siglo, a la que se despistan: se piensan, por ejemplo, que estoy hablando de Foster Wallace y resulta que una línea antes ya he cambiado a Sherwood Anderson; y les está gustando, e igual, a lo mejor, hasta alguno acaba leyéndoselo.
O sea que, al final, acabo siempre escribiendo sobre algo que a mí me gusta y pasándomelo bomba. ¿Esto es trabajo? Sí pero hecho con gusto: no pica nada y anula la sensación de esclavitud que podría provocar hacer esto mismo -sin cobrar, recuerden- a disgusto y para alguien con pasta. Supongo que esto último es lo mismo que debe de pensar -si se para a pensarlo en absoluto- el colaborador voluntario de turno que cubre el festival de su pueblo para Núvol.
Un día después de decirme que no podía pagarme durante los próximos meses y de que yo le dijera que aún así seguiría escribiendo, la redactora jefa de aquella revista que les contaba me mandó un mail con el asunto: "La vida es rara". Me decía que justo esa mañana, les habían aprobado un cierto presupuesto para colaboradores, y que podía ofrecerme las mismas condiciones que el curso anterior. Le contesté que la vida era rara, sí, pero rara rollo guay a veces; y que yuju. Me envió una respuesta en la que se leía claramente el mal trago que había sido para ella pedirme que trabajara para ellos gratis en el mail del día anterior.
No sé cómo les va a Núvol en plan financiero, la verdad, y no sé qué planes tienen para el futuro. Sí sé que les está quedando una revista bien maja en cuanto a contenidos. También sé que una redactora jefa como la de esta otra revista que les decía, no podría dormir traquila trabajando en el plan en el que ellos trabajan. Así que si es por pagar a los colaboradores activos o pasivos (también van recopilando por aquí y por allá entradas de blog ya escritas) aunque sea una remuneración simbólica, yo, ahora que sé que sí que cobraré por este otro lado que les contaba, me apuntaría a gusto a pagar una cuota de subscripción.
Es que, en serio, el trabajo, por mucho que guste, se debería pagar. Es una cuestión de dignidad.
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