Estaba leyendo cómo media familia del abuelo de Sagarra moría de cólera fulminante en su torre de Sarrià (nueve ataúdes, entre grandes y pequeños, salieron de la torre ese día), cuando la Kika ha subido al sofá, me ha dado un par de mordisquitos en la mano y se ha tumbado a mi lado. Me he puesto a acariciarle el lomo y a mirar atentamente cómo cerraba los ojitos y hacía prrrrrr y estiraba las patas de atrás, lo que me ha llevado a pensar en Yoko Ogawa y en las excursiones que organizan los colegios japoneses de niños bien pequeños a observar las flores de los almendros. Ohanami, literalmente 'ver flores', se llaman estas excursiones. Del momento contemplativo ogawiano a su técnica para definir las relaciones de unos personajes con otros por pura oposición de sus cualidades, incluso de sus cualidades meramente físicas, solo ha habido un paso. Y de pensar en esto a concluir que quien busca comunistas para su propia definición (sea en serio o en broma) solo puede tener la cabeza llena de brujas, otro paso más.
Descubrir que alguien con quien pensabas que podrías tener un sano debate está en otra dimensión, además de ser en general muy decepcionante, ha sido más o menos el highlight de lo que ha sido mi semana.
Estoy a punto de ponerme el bikini y enfilar el carril bici dirección playa a darme un baño de normalidad.
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Come swim w/me