Rajoy, después de levantar la copa del rescate, del préstamo, y saludar a la afición, coge los bártulos y se va a Polonia a ver a la Roja, que le dicen. Y canta los goles, las faltas y los fueradejuegos, como si nada, como si eso fuera todo.
Pues claro: Es de primero del cursillo de protocolo del gobernante: transmitir serenidad. ¿Que juega la selección el mismo día de la supercrisis? De puta madre: corbata roja y a Polonia; tomarse en zapatillas con total tranquilidad el cafelito de las cinco en el salón de La Moncloa no tendría ni la mitad de efecto sedante para con las masas.
Pero, un momento... ¿Qué hace entonces la gente llevándose las manos a la cabeza porque Rajoy ha ido al partido con el rescate, el préstamo, de cuerpo aún presente? ¿Por qué no reconocen a Rajoy en el palco como a un Fraga en calzones emergiendo de las aguas de Palomares versión 2.0?
¿A ver si vamos a tener a la masa tan enfurecida que ya no basta con darles la piruleta para que se les pase el berrinche? ¿A ver si vamos a tener que rehacer todo el temario del cursillo de protocolo para la clase gobernante? Mal asunto para el gabinete de imagen de un gobierno cuando la pelota no está en la imagen sino en los ojos que la miran. ¿Cómo se controla ahora esto? Respuesta: No intentándolo controlar, dejando simplemente que pasen unos días.
Que hablen con sus colegas de la Casa Real, por ejemplo, que tienen el asunto fresco, reciente y ya solucionado. ¿Que no? Ayer la Leti y el príncipe también se bañaron en Palomares y ya casi nadie los vio.
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