diumenge, 10 d’abril del 2011

Viniendo de fuera como viene una y después de más de una docena de años en este país, puedo decir que la gente de aquí, es diferente de la de allá. Mucho. Hablo desde un empirismo muy gonzo, durante el que estoy siendo sujeto agente y paciente (muy paciente en ocasiones; he tenido que serlo a riesgo de optar por decidir no soportarlo, coger las maletas y plantarme de vuelta allá).

Así que hoy me van a poner una urna delante con la ranurita abierta, esperando mi respuesta a una pregunta de sí o no. Yo voy a responder "Sí". Ellos pensarán que yo estoy respondiendo a la pregunta "¿Quiere usted que éste sea un país diferente al suyo?" En realidad (porque cuando a uno le plantean una pregunta de sí o no, existe la necesidad moral de ser consciente de que se está respondiendo a una pregunta de respuesta mucho más compleja) estaré respondiendo a esta otra: "¿Cree usted que la gente de este país es diferente a la del suyo?". Y responderé "Sí", ya les digo, cuando en realidad estaré respondiendo "Claro que sí, sin duda, a hechos vividos, pasados y recientes, me remito".

Hoy voy a hacer el voto más subjetivo de la historia de las votaciones de la humanidad. Catalunya es otra cosa. Tiene que serlo oficialmente porque ya lo es a pie de calle, en las relaciones interpersonales y en la forma de ver las cosas. La gente debería saber eso antes de venir aquí pensando que lo van a entender todo de buenas a primeras; el trauma será menor o, por lo menos, habrán sido avisados de antemano.

Y espero que hoy muchos, como yo, tengan el detalle de llevar a cabo este bonito gesto social de advertencia.

2 comentaris:

  1. Bona reflexió. Ni millors ni pitjors, senzillament diferents.

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  2. Le agradezco de corazón este texto.
    Y es que a uno, por más que haya vivido aquí desde que nació, y de ello hayan pasado ya casi seis décadas, a menudo le entran las dudas. ¿De verdad somos diferentes?
    Porque, pudiera parecer que, a lo de diferentes, le ha acabado pasando hoy día lo mismo que a lo de iguales. Ya sabe, que todos lo somos, pero parece que unos lo son más que otros. Y, siguiendo por ese camino de insoportable duda existencial, uno llega a decirse, si de ser diferentes se trata ¿no deberían estar haciendo consultas similares en, por ejemplo, Cádiz, que mira si son diferentes?
    Pero ahora, tras leerla, ya no me puede caber duda. Así como un vieja fórmula literaria usa una pretendida mirada exterior para reasaltar los defectos propios, otra, muy agradecida por estos lares, consiste en que un forastero nos diga lo estupendos que somos. Y quien dice estupendos, dice diferentes. O mejor, si me permite, utilizando el viejo término cafetero, diferentes diferentes. Diferentes de verdad.
    Aunque, a pesar de todo, aún me queda una pequeña duda. ¿Hacemos consultas porque somos diferentes o es al revés, nuestra diferencia consiste en que unos cuantos crean que deben reafirmar en una urna que lo son?
    Qué más da. Debe ser cuestión de detalle, seguro.

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