Que Sarmenta se mueve es un hecho. Dice Cesc Martínez que, desde Barcelona, se puede llegar hasta allá en tren, que es un momento. Yo no me lo acabo de creer. Bien, de hecho me lo creí mientras lo leía, puedo coger el tren y volver esta misma noche o algo así, decía F. de Fabre, y yo pensaba ah, pues sí, pero luego empezaba a sonar una música que no puede ser que suene a un rato de tren de Barcelona, que hacía que Sarmenta volara -déjate de terremotos; en Opi i sardines, Sarmenta vuela- y que hacía también que siempre, siempre, pareciera que en Sarmenta es de noche.
El presente de Sarmenta es noche cerrada y el pasado es día de pícnic. Y en la noche de Sarmenta, la gente, que es toda parda, se empeña en aclarar los misterios de la Sarmenta de día, como si eso fuera importante, como si no supieran que a lo más que pueden llegar es a tener una ligera experiencia del movimiento de Sarmenta si tienen la suerte de que alguien se ofrezca a darles una vuelta en una moto trucada.
Sarmenta son trenes, jazz, voces sin cara y caras sin voz.
Sarmenta da igual; la próxima vez que mires, seguramente, ya no estará allí.
Opi i sardines. Cesc Martínez. La Magrana, 2011
(Boníssim, exemple de com recòrrer a allò local només per a agafar embranzida a fi de catapultar-se cap a l'infinit. Bravo!)
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