Dietario del pueblo rural. Día 7. Martes.
La puesta de patitas en la calle resultó ser providencial. Hemos llegado a Barcelona a las 11 de la noche. Si llegamos a salir hoy, como estaba previsto, del pueblo rural, habríamos tardado el doble de tiempo en llegar. Mi hijo nos está esperando con la cena preparada: ayer por la tarde decidió bajarse del coche y adelantarse andando por el arcén soportando estoicamente los bocinazos e improperios que le lanzaban desde otros coches por adelantarles por la derecha. En lo que hemos tardado en llegar, él ha limpiado toda la casa, ha colocado todos los souvenirs en su sitio (qué recuerdos…) y ha enseñado el vídeo de las vacaciones en el pueblo rural al resto de la familia y a los más allegados. Feina feta.
Cenamos frugalmente (tenemos los estómagos encogidos por la emoción de la vuelta al cole), llamamos a Emma para decirle que hemos llegado bien, le dejamos el mensaje en el contestador y nos vamos a dormir todos menos mi hija, que se queda hasta las tantas practicando cibernada en la habitación del ordenador.
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