dilluns, 15 d’abril del 2013

Lo de la Cospedal es de haber oído de jovencita muchas canciones de Def Con Dos (que no le gustaban nada), habérselas creído al pie de la letra y haber llegado a la conclusión de que algo tenía que hacer al respecto. Es de creer en los malos y los buenos (en siendo los buenos ella, faltaría plus); es de creer que si tienes poder, es normal que todo esté en tu contra y tu trabajo es simplemente acabar con todo eso desde una perspectiva muy chunga: la de la (falsa) víctima poderosa.

La (falsa) víctima poderosa es el personaje más siniestro que uno puede echarse a la cara. Su poder -el que creen que tienen y que a veces, de hecho, con los suyos, les funciona- se lo han robado a alguna víctima que sí lo fue de verdad. Cuando la Cospedal nos acusa de nazis, cuando su círculo nos acusa de terroristas, se está aupando en una montaña de muertos; se está adueñando de una parte de la Historia para hacérsela venir bien.

La Cospedal, cuando nos llama nazis, no nos está llamando nazis a nosotros en realidad: se está llamando víctima ella: está sacándonos de la caverna y enfrentándonos a una víctima, idea pura, que, mira por dónde, tiene su cara; lo malo es que no lo hace para que la compadezcamos, para que alguien venga a salvarla o para que la dejemos en paz: lo hace para justificar algún acto de defensa desproporcionado que, en estos momentos, seguramente, ya debe de tener a medio diseñar.

La Cospedal nos está pintando de nazis igual que los nazis pintaron de judíos a los judíos para justificar todo lo que vino después.

Miren si es chunga, chunguísima, la (falsa) víctima poderosa que, siendo precisamente los suyos los que se empeñan en no reabrir las zanjas de las cunetas de las carreteras, luego, ella, hablando, abre zanjas aún mayores sin pensárselo un segundo, a la que ve la oportunidad de sacar algún provecho.

Ven con quién nos las tenemos, ¿no? Ven el juego sucio que se traen entre manos.

Pues todo esto es lo de la Cospedal.

diumenge, 14 d’abril del 2013

De cualquier cosa que pase, Dylan ya ha hecho una canción.

One of Us Must Know (Sooner or Later) by Bob Dylan on Grooveshark
"Un hombre que ha nacido en Kenosha, Oshkosh, White Water, Blue Earth o Tucaloosa debería tener los mismos privilegios que un hombre nacido en Moscú, París, Viena o Budapest. Pero el hombre blanco norteamericano (para no hablar del indio, del negro o del mexicano) no tiene la más remota oportunidad de abrirse camino. Si tiene talento, está condenado a que ese talento sea aplastado en una forma o en otra. El "estilo americano" consiste en convencer a un hombre de que debe dejarse sobornar y convertirse en un prostituto. O, en caso contrario, se le pasa por alto, se le hace pasar hambre hasta que se somete y consiente en ser un sirviente. No son los océanos los que nos separan del resto del mundo: es la actitud norteamericana ante la vida. Aquí nada prospera, salvo los proyectos utilitarios. Uno puede recorrer millares de millas y no enterarse de la existencia del mundo del arte. Uno aprenderá cosas sobre la cerveza, la leche condensada, los artículos de goma, los alimentos envasados, los colchones inflables, etc., pero nunca verá ni oirá nada que tenga que ver con las obras maestras del arte. A mí me parece igualmente milagroso que el hombre joven de norteamérica haya oído los nombres de Picasso, Céline, Giono y otros como ellos. Tiene que luchar como un león para ver la obra de estos hombres y, cuando está frente a la obra de los maestros europeos, ¿cómo podrá saber o entender lo que ha producido esa obre? ¿Qué relación tiene dicha obra con él? Si es un ser sensible, en el momento en que llega a ponerse en contacto con la obra madura de los europeos, ya está medio chiflado. La mayoría de los jóvenes de talento que he encontrado en este país me dan la impresión de estar un poco mal de la cabeza. ¿Cómo podría no ser así? Viven en medio de gorilas espirituales, de monomaníacos de la comida y de la bebida, de adoradores del éxito, inventores de nuevos aparatos, tiburones de la publicidad. Dios mío, si yo fuera joven en la actualidad, si tuviera que enfrentar un mundo como el que hemos creado, creo que me pegaría un tiro. O tal vez, como Sócrates, me iría en dirección al mercado y dejaría caer mi semilla en la tierra. Por cierto que nunca se me ocurriría escribir un libro o pintar un cuadro o componer una pieza musical.  ¿Para quién? ¿Quién, fuera de un puñado de almas desesperadas, puede reconocer una obra de arte? ¿Qué puede hacer uno con uno mismo cuando ha dedicado su vida a la belleza? ¿Encarar la perspectiva de terminar el resto de la vida dentro de una camisa de fuerza?"

Henry Miller.


Ayer me tocó dejar la bici en Paral·lel y cruzar Sant Antoni andando para llegar hasta Carretes.
Sant Antoni es un Eixample wannabe: la cuadrícula está, los edificios son, pero el conjunto no; no acaba de.
Cruzando Sant Antoni a pie un sábado, a las once de la noche, si se evita la calle Parlament -ese último hype-, uno sólo se cruza con paseadores de perro. Es un poco perro, el paseador de perro; un poco perro, un poco árbol y un poco sueño. Y aburrimiento. No es. Yo era paseante, porque iba hacia casa pero no: iba a casa del vecino, que hacía una fiesta en la que yo no iba a conocer a nadie. Así que tan conocido era el camino como desconocido era el destino. Y eso era pasear. Si se le pregunta a un paseante a dónde va, el paseante o responde no sé o responde paseo. Y eso es responder con presente a una pregunta de futuro. Tan indefinido es el destino que acaba pesando más el hecho de andar. Y para contrarrestar el peso de los pies, uno acaba centrándose en la cabeza. Por eso se piensa cuando se pasea. Sobre todo a las once de la noche. Sobre todo cuando el camino te da igual.

En la fiesta acabé hablando del Eixample, del Raval y de Gracia con una de Nebraska que se llamaba Crista. Y fue un poco como pasear también: todo me daba bastante igual.

Luego, cuando acabé, por encargo del anfitrión, con el abrigo puesto, vigilando la pizza que se estaba haciendo en el horno; cuando me di cuenta de que el horno estaba encendido sólo por abajo y esa pizza, así, no se iba a acabar nunca de hacer, pensé que sólo me faltaba el perro, y decidí que ya bastaba de deambular.

Hoy llevo toda la mañana escuchando esto:
Bestiola by Hidrogenesse on Grooveshark
No sé si tendrá algo que ver.
Fin.

dijous, 11 d’abril del 2013

Si la gente fuera como tiene que ser, si tuviera un mínimo de pudor, un mínimo de respeto, a nadie, NADIE, se le ocurriría, en una clase de, pongamos, 30 alumnos, utilizar a su hijo para hacerles cambiar a los otros 29 una cosa tan básica y elemental como es el idioma.

Si las cosas fueran como tienen que ser, un padre que se acogiera en esta ley por la cual, cuando un sólo alumno lo pide, la clase pasa a hacerse en castellano, tendría primero que pasar por el trago de admitir que su hijo es incapaz de entender un idioma sencillo, incapaz de aprender un idioma nuevo; admitir, en fin -ya que todo el mundo sabe que los críos son esponjas y que la infancia es la mejor edad para aprender idiomas en tiempo récord- que a su hijo le falla la capacidad intelectual.

Mi sobrina Maria tiene una niñera que le habla en inglés. El día después de reyes, montó la pataleta porque no quería ir al cole. Mi hermana le dijo: "entonces, ¿qué? ¿Te quedas en casa con Lynn?" Ella montó aún más la pataleta entre gritos de "¡No! ¡Que no le entiendoooo!" ¿Ustedes se creen que mi hermana, ni por un momento, tuvo la duda de que la pataleta no era nada más que una demanda de prórroga de las vacaciones? ¿Creen que por un momento se paró preocupada a pensar si la niña realmente pasaba un mal rato cada vez que se quedaba con la niñera porque no entendía nada de lo que le decía? Y ¿creen que si, realmente, mi hermana hubiera visto que la niña era incapaz de comunicarse con Lynn, no se hubiera llevado el disgusto padre al ver que María no tenía la capacidad de aprendizaje que el resto de los niños parece que tienen?

María ese día fue al cole y, por la tarde, estuvo en casa con Lynn hasta que llegó mi hermana. Al día siguiente también. Y al siguiente también. Resultado: María entiende perfectamente el inglés infantil, que es el que le toca entender de momento, que Lynn le habla.

En un mundo normal, si un niño, en el cole, es incapaz de entender las matemáticas, el reto del profe y de los padres, será hacer que las entienda, no hacer que en esa clase deje de impartirse la asignatura de matemáticas.

Cuando el niño realmente tiene una incapacidad de aprendizaje, tú, padre, coges al niño y lo llevas a un colegio que se adaptara más a sus necesidades. Cuando el niño no tiene esta incapacidad, y tú, padre, pides que toda una clase se adapte, en realidad lo que estás pidiendo es que la clase, el mundo, se adapte a ti, porque la incapacidad la tienes tú, y al pobre niño le estás haciendo la pascua.

dilluns, 8 d’abril del 2013



 
(Yo creo que Mike Leigh sabe que, al menos para mí, esto que hace es cine de TERROR.)

diumenge, 7 d’abril del 2013


Coge Nacho Vegas y se sube a un escenario para enseñarte unos trozos de películas de Mike Leigh. Y es como si te presentara a sus padres: igual. Como si un amigo te invitara a tomar un café a su casa coincidiendo con que su madre está de visita y, entre clink, clinks, cucharilla contra loza, escucharas una de sus típicas muletillas dicha con voz veinte años más vieja. Descubres de repente que el amigo no te estaba contando todo este tiempo historietas, anecdotillas de su día a día, sino que estaba haciendo todo un despliegue de filosofía de vida heredada; y entiendan por filosofía de vida todo tipo de manías, traumas, cosas mal asumidas o que no hay manera de asumir y que sólo dejan ser cantadas, filmadas y puestas allá sobre la mesa, bajo un título que diga "Éste soy yo".

Así que empieza el concierto y, en el tonto de Career Girls, ves a Simón diciendo "no os importo"; y en las dos protas, a los dos colegas bajando el colchón y pensando en él a todas horas. Ves a gente que, dando, pide (igual que Marilyn la particular); a la señora que no puede cambiar de vida (como el insomne de Seronda); a gente que, preguntando, la clava (como los bobos; como todo el género bobo). Y a lo largo de los tres cuartos de hora -cortísimos- que dura la cosa, en algún momento, seguro, te acabas viendo a ti mismo también, por lo mismo que lo de la madre del amigo: porque las anécdotas de Vegas y Leigh ahora ves que son filosofías, humanidades enteras.

Empiezan a pasar los créditos y tú miras a tu compañero con el horror del ¿no habrá acabado ya? Marchan los músicos y vuelven a salir para dar la propinilla de los cuatro hits que todo el mundo quiere cuando compra una entrada de Vegas, otra vez el de las anécdotas. Hits que sólo sirven para que las tres petardas que tienes en la fila de delante, tengan su momento gruppie, canten, se rían y hagan UOOH! levantando los brazos. Yo también quería mi momento UOOH! entonces, de acuerdo: también soy fan del piquito de epate, pero ahora, pensándolo bien a noche dormida, si hubiera acabado con los créditos, si lo hubiera dejado ahí, no quedándose un ratito más una vez Leigh había marchado ya, habría sido redondo, concentrado, poderosísimo. Un gran menos es más. Arte puro.