dijous, 21 de juliol del 2011

Diu que...
Rajoy ayer habló con Camps y le dio a elegir entre la deshonra y la denuncia. Y yo, leyendo esto, me pregunto cosas, claro. Cosas como si a Camps le puede quedar algo de honra aún o como quién es Rajoy para dar a elegir a alguien con qué se puede quedar. Sigo leyendo y leo que lo que Rajoy quiere decir cuando dice "ser honrado" es "estar libre de condena", condena pública o conocida, se entiende, y llego a la conclusión de que el lenguaje político es así, muy de hacer prevalecer el resultado final sobre la actividad continuada. Camps, por lo que viene contándose y viéndose durante unos cuantos últimos años, de honrado no tiene nada, solo que no había habido tribunal terrenal que ratificara, transcribiera y sellara su conducta, así que, tralarí, tralará, miel sobre hojuelas, tú, que mientras no haya sentencia, ya puede haber sospechas, acusaciones y demás.

Es un poco como en el fútbol, que uno viene corriendo, le clava los tacos en el tobillo al otro por detrás, se los deja bien marcados, pero si el árbitro estaba mirando para el otro lado, aquí no ha pasado nada; no consta. Uno ya puede pegarse toda la liga siendo un bully integral con todos los delanteros que se le crucen en el camino, que si el árbitro no lo va apuntando, acabará la temporada con un expediente impoluto y la honra intacta. Así que ¿que te toca un árbitro atento? No juegues ese día, retírate y la ficha como una patena, y aquí gloria durante toda tu carrera deportiva y después paz en tu esplendoroso retiro, por este orden. Y eso si te dejan retirarte, claro, que con semejante curriculum de campeón, todo es cuestión de estar una temporadita pagando con tu sueldo los recibos de los trajes de El Corte Inglés, hasta que acabe sonando el teléfono para ofrecerte un despachito en Madrid al que llegarás con las manos bien lavaditas y cara de cuánto os he echado de menos, ¡que yo no sé sino vivir para vosotros, afición!

Ay, qué lejos está Japón.

dimarts, 19 de juliol del 2011

Pensaba que me quedaban unas treinta páginas para acabar El mar, de Blai Bonet, y resulta que sólo me quedaban dos y que todas las que venían detrás era un postfacio -maldita sea- que me ha pillado pensando -maldita, maldita sea- en lo poco que tiene que ver esta novela con la referencia que a la inmensa mayoría le viene ahora a la cabeza cuando piensa en niños y en hospitales.

...

Pensando en Albert Espinosa, me ha pillado el final de El mar.

MALDITA, MALDITA, MALDITA SEA.

diumenge, 17 de juliol del 2011

Hugo Chávez se va de Venezuela a La Habana a que le hagan un tratamiento de quimioterapia y, antes de subir al avión, se hace una foto con el periódico del día, que es como dedicarle un corte de mangas a quien quiere que te mueras.

Como el empeño enfermizo (perdonen la redundancia de lo de enfermizo en el caso de Chávez) en demostrar que lo que se dice es verdad suele ser cosa de mentirosos, a mí me ha dado por pensar que puede que Chávez lleve días muerto pero que, antes de morirse, su departamento de propaganda decidió que se cambiara de ropa unas cuantas veces seguidas y se hiciera, a cada modelito, una foto con un diario especialmente impreso para la ocasión. Portadas de diarios con noticias previsibles, adelantadas -para la foto- a antes de la muerte de Chávez, cosa que, recuerden, ya ha pasado.

Ahora, el mismo departamento de propaganda estaría cruzando los dedos por que no pase algo imprevisible merecedor de una primera plana -un terremoto, un accidente masivo, la resurrección de Chávez (este último debe de ser el notición que debe de soñar protagonizar cualquier dictador en su lecho de muerte y si pasara en el caso de Chávez, que está oficialmente vivo, la gente se tomaría la noticia como una tomadura de pelo).

El departamento de propaganda también estaría ahora empezando a manipular el presente con el fin de encaminar las cosas para que cuadren las notícias correspondientes a las portadas de los días 5 de marzo de 2012, 9 de noviembre de 2012 y 2 de mayo de 2013, por ejemplo, si se ha decidido que Chávez sigua vivo hasta entonces.

Porque esa es otra: ¿hasta cuándo se ha decidido que Chávez esté vivo?

Y en este punto me ha venido a la cabeza Ariel Sharon.
Leer 'L'alcool et la nostalgie' y creer oír mientras los catacloncs de los zapatos de los escritores que tienes encumbrados desde hace años, al descender peldaños para dejar pasar al nuevo.
'L'alcool et la nostalgie' o marearte de nuevo, presa, como siempre, de lo que te estás perdiendo por puro desconocimiento y lo que te perderás por puro morirse antes de que llegue o te dé tiempo a descubrirlo.

Así de bueno es el libro nuevo de Mathias Enard. Y punto.

J'ai même vu un cimetière, Vladimir, un cimetière magnifique, aux croix de bois peintes elles aussi dont les tombes sont circonscrites par un petit parc, on aurait dit un lieu magique où enterrer des poupées, des poupèes russes, comme nous trois, trois matriochki entrées l'une dans l'autre se sont séparées, j'étais la plus petite, j'étais la plus petite, Vladimir, je profitais de votre chaleur à tous deux, j'oublidais mon vide intérieur dans cette cavité d'amitié, voilà le cimetière où il faudrait t'enterrer, Vladimir...

divendres, 15 de juliol del 2011

Me pasa que yo, cuando me levanto y tengo toda la mañana para estar en casa, no me ducho en seguida: me siento delante del ordenador y apunto cuatro cosas así sueltas, luego me meto en la ducha y las cuatro cosas acaban enlazándose por el arte del birlibirloque (inciso: me parece muy fuerte que birlibirloque no esté en el DRAE), salgo, me seco, me vuelvo a sentar delante del ordenador y escribo parrafadas que ustedes tienen a bien en leer si las cuelgo por aquí o no pueden tener a bien en leer aunque quieran, porque no están colgadas en ningún lado.

Entonces, ahora, también me pasa que he decidido que este agosto me voy a centrar en parrafadas más largas de las que no cuelgo, más que nada porque esto de leer los consejos de Ian McEwan o las reflexiones de Unamuno sobre el arte de lo que ellos hacen, deje de ser para mí una especie de recreación del momento de la lectura de aquel libro de Stanislav Lem: aquel de prólogos y manuales de instrucciones de cosas o actividades que nunca existieron ni iban a suceder. No sé si me entienden. Desde hace años voy recortando, subrayando y/o transcribiendo todo lo que la gente tiene que decir sobre escribir, y mientras recorto, subrayo y/o transcribo pienso: esto, para cuando me ponga, pero no me acabo de poner, así que, de momento y si no le pongo remedio al asunto, lo único que tengo es una bonita colección de consejos que no están llegando a acabar de servir para nada.

Y estoy harta.

Esto quiere decir, básicamente, que en agosto me voy a duchar muchas veces.

dijous, 14 de juliol del 2011

Salgo del trabajo, que no de trabajar, y, de camino hacia el Centro Comercial La Maquinista, entro en la librería Bertrand -ahora Casa del Libro- para comprarme los cuentos completos de Unamuno.

Ese, te, uuuu... subo los ojos por la estantería... ¡U!, arriba del todo. Miro a un lado. Miro al otro. Ningún librero a la vista. Miro a un rincón. Veo una banqueta de plástico con ruedas. Da miedo subirse a una banqueta de plástico con ruedas para alcanzar un libro del último estante pero, como es de Unamuno, pienso mira, si me la pego, será la experiencia completa: darse de morros con la realidad -en forma de estante en el que dejarse los dientes primero (antes de abrir el libro) en forma de literatura después (una vez abierto)-. No me la pego, de hecho, cumplo el objetivo de alcanzar y bajar el tocho con una cierta gracia (hey, ¡aún soy joven!) y sigo mi camino hacia La Maquinista pensando que la lección de dura realidad que no me ha dado el estante, aún me la puede dar el entorno antes que Unamuno. Qué festival.

La Maquinista, la realidad, está en Sant Andreu después de cruzar las vías. Uno entra allá y ve pasar la vida con todas sus etapas y por orden cronológico ante sus ojos:

-Nacer: tiendas para embarazadas.
-Crecer: jugueterías, tiendas de ropa de niños.
-Reproducirse o no: Sensualone.
-Pasar el rato: Fnac, cafeterías.
- y ¿morir? Morir no está. Falta morir, en los centros comerciales. No cabe aquí esa idea disuasoria del consumo. Pongan una tienda de mármoles en un centro comercial, y adiós al negocio. Es bastante lógico si lo piensan.

He venido al centro comercial de los inmortales a organizar una sesión dedicada a la autoestima. La tentación de darle carpetazo al asunto cogiendo el micro y diciendo: ¿quieren un consejo? Ya que están aquí, vayan a comprarse un par de buenos zapatos, crece conforme me acerco al forum de la fnac.

También voy preguntándome por el camino cómo es posible que no haya más literatura de centros comerciales. ¿La hay pero no la conozco? Lo más parecido que se me ocurre es aquel libro de Miqui Otero que pasa en un parque de atracciones. Digo lo más parecido pero no lo es: estamos hablando de todas las etapas de la vida frente a una sola, que no es ni etapa, que es solo ilusión de congelar una de ellas, la de crecer, en un momento eterno; y lo de eterno también es ilusión, que eso de la muerte a veces se cuela, en los parques de atracciones.

Y todo eso voy pensando hasta que llego a la Fnac. Y a partir de aquí, el resto es trabajo. No voy a aburrirles. Sólo diré que en Fnac La Maquinista, la desorganización impera. Bueno, ya va de eso la etapa vital del crecimiento, la inmadurez. Salimos de allí de todo menos más adultos. Aún nos quedan tres días. Ya les contaré en qué acaba todo esto.

dimecres, 13 de juliol del 2011

Me pasa que:

-Le mando un cuento a alguien para que se lo lea y me dé su opinión e inmediatamente, mientras no me contesta, me pongo a escribir otro como una posesa por el puritico agobio de que he hecho uno y ya está enviado, que es como darlo por terminado, así que tengo que demostrarme que puedo hacer más.

-Preparo unas albóndigas, las pongo al fuego y me pongo inmediatamente a hacer una ensalada por la agonía de que un plato ya está en marcha, sentenciado, pero igual es poco, igual me he pasado con la sal: necesito una alternativa que demuestre que las albóndigas no son todo lo que sé hacer.

-Le envío a alguien un mensaje para quedar y, en el tiempo que tarda en responderme, me pongo en pensar en otros planes para ese mismo día y hora que le he propuesto, para que no parezca que me lo juego todo a una carta y, si no sale, me voy a quedar en casa lamentándome por mi falta de recursos.

Y supongo que así es como progresamos los inseguros, pareciendo, encima, que somos gente desenvuelta y llenos de ases en la manga.