dilluns, 9 de gener del 2017


Breve reflexión sobre la cosa de la cultura en los medios tras visitar ayer la exposición "Jardins de cooperació" de Alexander Kluge en La Virreina

 
Acabo de leer el último artículo de Saül Gordillo en el Portal català del sector de la comunicació. Va sobre el 2016 de Catalunya Ràdio, es triunfalista y ya sólo en la primera frase incluye términos google-friendly, por decirlo en el lenguaje ganador, del tipo 'sinergies' y 'viralitzar'.

Los mensajes repetidos a lo largo de las dos páginas de word que debe de hacer de largo el texto es que todo va sobre ruedas, que la emisora no sólo supera a todas las demás en el ranking de audiencias sino que bate su propia marca del año anterior.

Habla de la audiencia también como sujeto, no sólo como objeto, pero sólo para mencionar cómo todos los imputs que han recibido de los oyentes durante todo 2016 han sido positivos: Catalunya Ràdio, según su director, sólo ha recibido mensajes halagadores este año que acaba de terminar; no hay ni una sola mención a la crítica negativa, ni un motivo que justifique la creación, por ejempo, del hashtag #CatRàdioÉsCultura, que él mismo creó para justificarse ante la denuncia del grueso del sector cultural por el maltrato que sufrieron los ahora inexistentes programas íntegramente culturales que un día incluyó la casa en su parrilla.

Gordillo sólo menciona la cultura en su artículo para reafirmarse en su posición (adoptada de la nada, por lo visto) que defiende un contenido cultural simplemente transversal, o sea disperso e indefinido, en la emisora. Y al reafirmarse nos envía el mensaje de que esto va a seguir así, que no va a cambiar nada.



A Alexander Kluge (escritor y cineasta comprometidísimo con la cosa pública) los colegas se le tiraron un poco a la yugular cuando se pasó a la tele. Él sin embargo siguió haciendo allí sus programas de un contenido que no rompía en absoluto con su forma de hacer anterior ni con su mensaje. Si Kluge pudo hacer eso fue porque algunos directores de algunos medios de comunicación (los programas se emitían por la tele, pero él contó también con la producción de medios escritos) le hicieron un hueco en la parrilla.

Estos días, extractos de aquellos programas pueden verse en un centro de arte de la ciudad (en La Virreina). Los vídeos van perfectamente referenciados con el nombre del programa y los canales de televisión que los emitían. Lo que hacía (lo que aún hace) Kluge es arte, así que los espacios de televisión que contuvieron lo que hacía Kluge ahora se ven elevados a la categoría de arte también.

El día que los medios se den cuenta de que es la cultura la que les hace (les haría, si se dejaran) el favor a ellos y no al revés, ese día, el país será un poco menos idiota. Y lo mejor es que el mérito será en parte de los medios también y no sólo del artista.

Yo aún tengo la esperanza de que un día algún director de alguna tele o alguna radio públicas de aquí de señales de tener este tipo de sensibilidad.


 
Folleto de la exposición 'Jardins de cooperació' de Alexander Kluge.

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