Hoy es el primer día sin Cabaret
Elèctric.
Es muy fácil y breve explicar por qué
era tan importante que este programa fuera diario: Montse Virgili, su
directora y presentadora, se leía los libros y se escuchaba los
discos de los invitados, incluso muchas veces los que proponían los
colaboradores, antes de entrevistarlos o tenerlos en el programa. Ya
está.
¿Qué conseguía con eso Virgili?
Saber aguantar una conversación, que eso es de lo que va la radio:
de hablar, de conversaciones. ¿Qué pasa cuando se sabe aguantar una
conversación? Que el resultado es una conversación interesante, no
un interrogatorio hecho a base de preguntas cliché que te ha escrito
un guionista y que tienes que embutir en los raquíticos minutos que
le dedicas a la sección casi siempre por cumplir la papeleta.
También despierta una conversación interesante el interés del
oyente por el libro o el disco sobre el que se está hablando,
habiendo entonces muchas más posibilidades de que dicho oyente acabe
la escucha con ganas de ir a buscar el libro o a meterse en el
concierto o a comprarse el disco. O las tres cosas. O incluso a
descargárselos ilegalmente; da igual: el resultado es un oyente
interesado en la cultura, con ganas de leer y de escuchar música;
Montse Virgili generaba de estos cada día. Teniendo en cuenta que la
producción literaria y musical de este país da para satisfacer los
intereses de todos los oyentes interesados en la cultura que generaba
a diario el programa de la Virgili y más, hagan cuentas ahora que ha
pasado a ser semanal (es una sencilla división) y dense cuenta de la
gravedad del asunto para los que vivimos de vender o hacer cultura.
Nos están dejando con sólo programas
que generan consumidores de cosas que se hablan en conversaciones sin
ningún tipo de interés. Luego, esos mismos que han tomado esta decisión, harán el amago de venir a
rescatarnos a las librerías a base de subvenciones; con las tiendas de discos ni lo
intentan.
Os habéis cargado el Cabaret. Os
estáis cargando las librerías. Os estáis cargando la cultura.