dijous, 19 de setembre del 2013


La clava explicándome y, cuando eso pasa -las pocas veces en la vida que a uno le parece medio ver qué le ha llevado hasta donde está, qué no se puede olvidar para volver a ello un tiempo después, cuando sean tiempos menos claros-, se tiene la sensación de que si esto, la vida, fuera un libro, por ejemplo, irá bien tener la esquina de esta página doblada para volver a ella, releérsela, y reencontrar elpunto de partida desde donde recomenzar.

Mi página marcada, la que ha doblado Torra escribiendo este artículo, cuenta cómo llegué de un sitio en el que 
No han volgut saber mai res ni de la llengua, ni de la història, ni, per descomptat (horror!) de la cultura popular
a otro en el que Torra y otros muchos se habían ocupado de mantener todo eso bien vivo. Cómo llegando yo a Cataluña vi que aquí, sí, podía con el idioma (con el euskera nunca pude) podía con la literatura, podía con lo popular.

Quim Torra dobla esquinas. Quim Torra es un marcapáginas.
Lo es cuando publica a Xammar y a Torres, lo es cuando publica a gente que marcaba también las páginas de Pla, de Francia y de Inglaterra, lo es publicando páginas nuevas que deberían quedar bien marcadas también. Lo es hasta cuando publica a Dickens, que más que página marcada, es biblia, libro de cabecera de cualquiera que quiera un punto sólido del cual partir.
Lo está siendo a lo bestia cuando se pone al frente de un museo que pone a la vista de todos un momento histórico que debe ser referencia obligada para el futuro de un país.

Yo soy lo que soy y escribo lo que escribo ahora por gente como Torra, que me da un nuevo punto de partida, que me borra la frustración de no haber podido con los fósiles de allí.

Gràcies, Quim.

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