Oriol Pujol es la escritora mala a quien no llaman para el recopilatorio de cuentos; el inmigrante que entra en una tienda y le acusan de robar. Oriol Pujol coje un micro y dice "me he quedado fuera del libro; me han tachado de criminal", hace una pausa y dice bien alto: "soy mujer; soy inmigrante" y también, por lo bajinis: "soy inocente", pero no enseña ni un cuento bueno suyo ni se vacía los bolsillos para demostrar que no lleva nada encima que no haya pagado.
Oriol Pujol ha decidido convertir su -presunto- delito en causa; ha decidido recurrir al "no me esperéis, dejadme hundirme solo; vosotros, salvaros", dicho con la boca pequeña cuando, desde el principio, quien se estaba hundiendo era sólo él.
Diciendo que no iba a decir "complot", Oriol Pujol ha dicho "complot" bien alto y se ha quedado tan ancho. Nos ha enmerdado a todos, mientras limpia su conciencia con un patético "me duele más a mí". Y también es por nosotros, seguramente, por quienes va a decir que se queda a dar la cara desde su escaño. ¿Que lo ha dicho ya? Ay, mira. Ya ves; tenemos un primer mártir del proceso. Habrá que hacerlo santo súbito o así.
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