Ahora me ha dado por pensar en el Estado-empresa. Seguro que es una nueva caída del guindo por mi parte, pero no se me había ocurrido antes. Al menos, no sobre el Estado. Lo más parecido que me había venido hasta ahora a la cabeza había sido la idea editorial-empresa, siempre como explicación -hasta justificación (todo por la pasta)- de la decadencia del mito editorial como entidad cultural; cultural de alta cultura; alta como en 'de alta cuna, de baja cama': ¡Cuántas cosas explica esta canción! Explica, entre otras peripecias, la bajada del 'sube a buscarme si puedes' al '¿cómo quieres que me llame?', y digo bajada queriendo decir caída, porque caer es lo que hay que hacer para comprender todo esto que digo. Caer es perder. No es lo mismo bajar, del burro, por ejemplo. Bajar es a entender lo que caer es comprender. Es muy distinto. Me estoy liando.
Lo que quiero decir es que, si el objetivo, por definición, de una empresa es ganar dinero, si no lo gana, es una empresa fracasada. Esto, traducido a la editorial-empresa, vendría a querer decir que si una editorial, teniendo oportunidad de hacerlo, no publica a María Dueñas, por decir una, es una mala editorial-empresa. Esto quiere decir que una editora de una editorial-empresa, si no dice esto
“traduir del castellà no té cap sentit quan es tracta d’una obra molt literària, o amb una forta empremta d’autor, però quan es crea un fenomen que sobrepassa l’estricte interès literari aleshores crec que sí que val la pena traduir.
(Toda la entrevista, aquí).
sería una mala editora.
¿Dónde queda entonces la alta cultura? Fuera. Queda fuera. Porque la alta cultura no vende.
Volvamos al Estado-empresa.
¿Qué beneficio hay en reciclar todo el vidrio aunque el fabricante de ese vidrio no haya pagado su tasa por reciclarlo? Bueno, un beneficio ecológico hay, sí. ¿Cuánta pasta da el beneficio meramente ecológico? Ninguna. Igual mueren menos animalillos, menos plantas y tal, gracias al beneficio meramente ecológico, pero pasta, lo que es pasta: ni un duro. Y, oye, si las empresas, respaldadas por el Estado, que se dedican a ello están ahí, es precisamente para ganar duros, no para que los animalillos crezcan en un ambiente más sano.
Ah, nosotros somos animalillos, por cierto.
Somos los animalillos que pagamos por el reciclaje, los que pagamos por los libros, creyendo que pagamos por la ecología y que pagamos por la cultura.
¿Ven el timo? Pues sobre todo no caigan: bajen. Bajen a verlo para, inmediatamente, querer dar el salto que hace falta para subir. Pero para eso tendrán que equiparse primero: aquí dan una buena y clara información sobre todo el engaño este del reciclaje que les comentaba.
En cuanto a la cultura, no sé: ya verán cómo se las apañan. Lleva tiempo y trabajo, la cosa. Y no aporta demasiado beneficio económico, por no decir ninguno... Y, claro, eso no cuadra con la idea persona-empresa, que es otra cosa que también daría para un post.
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