Willy Uribe, el escritor, lleva 15 días en huelga de hambre. No come, pero hace todo lo que aún puede hacer, en casa de Cristina Fallarás, quien, si no han cambiado las cosas en las últimas semanas, está esperando a que la desahucien.
Me he encontrado esta mañana la noticia aquí. Yo sabía que Uribe estaba en huelga por tuits que la Fallarás va colgando cada día, mencionando en cada mensaje a alguien que debería enterarse pero que no sabe o no se llega a manifestar. Lo que yo no sabía aún es que Uribe se había trasladado del local de Sigueleyendo, donde empezó a no comer, a casa de su amiga, y, en saberlo, he pensado: fíjate que Uribe no come por exigir que saquen a alguien de un sitio -pide que indulten a un extoxicómano, como han indultado a yonquis de drogas más caras que se llaman tortura policial- en otro sitio del que pronto todos van a ser sacados. Y me he preguntado si no sería eso demasiadas campanas a tocar para tan pequeño campanar.
Luego he pensado que no: que todos deberíamos estar dando campanazos a lo bestia, que deberíamos estar echando mano desde hace tiempo al badajo gordo. ¿No son tiempos estos más de tocar a fuego -que es un toque mucho más histérico, mucho más de urgencia- que de campanilla y gingle bell?
Y luego he pensado en el campanillero mayor. En todos los diarios en los que no hay noticias de Uribe, Juancarlitos va el primero; en el que sí, Uribe va después. Y viendo esto se me ha ocurrido que últimamente las cabeceras vendrían a ser el coro mayor de cascabeleros, que quiere decir locos y quiere decir sonajeros. El coro que todo el año va de portal gordo en portal gordo, sin ni acercarse al de Belén -que hoy es el de la Fallarás- pidiendo la limosnica, la migaja; haciendo de pobres oficiales de cada casa, como aquellos que pasaban en las fechas señaladas por la de los Sagarra en Mercaders: colla de tullits, enseñando bien las carencias, asustando a los niños ricos obligados por sus padres a mirar y luego a acercarse -horror- a darles dos duros, que era lo mismo que pagarles para que desaparecieran de su vista hasta la cita programada para para un año después.
Uribe no da miedo, lo de Uribe se arregla firmando un papel, pero el campanillero mayor ayer salió por la tele con el culo encima de los papeles a firmar.
Señalaba para otro lado, el campanillero mayor. Apuntaba a la 'gran España' con un dedo de una mano mientras cruzaba los de la otra para que no lo viéramos a él. Va, corifeos, decía, tras este primer hopperiano plano, que dice 'el Rey está triste, ¿que tendrá el Rey?', sigan centrándose en los portales gordos y no en los de Belén; voy a decirles qué nos tiene que preocupar y con qué nos tenemos que esperanzar, y ni una cosa ni la otra, es Willy Uribe, ni una cosa ni la otra es la Fallarás; céntrense en la fuerza de unos y no en la que están perdiendo otros a base de hacer las maletas, a base de no comer.
Y no dijo desesperación, dijo preocupación; y no dijo realismo, dijo pesimismo como cosa mala; y dio así todos los tonos a tocar; dio así los dos duros que los mandarán, hasta el año que viene, con los villancicos a otra parte. Y también dijo que, hasta entonces, (y creo que esto era una orden) feliz Navidad.
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