Lo desconcertante del jueguecito es que los jugadores van a tiempos diferentes. A mí ahora lo que me preocupa es la cosa de ansiedad pseudo infantil que últimamente parece haberse apoderado de los independentistas, por Dios, si estaban manejando fechas de lo que era pasado mañana mismo, que ahora ya es antes de ayer (ERC dijo que si les dieran la mayoría absoluta, proclamaban la independencia el mismo día 25 por la noche). Y claro, ahora sale el otro bando, Wert a la cabeza, haciendo una apuesta españolista de futuro que hace quedar a la plana mayor de ERC como una panda de tontuelos hiperexcitados.
La apuesta de Wert.
No sé si nadie se ha fijado o no se ha querido fijar pero Wert cuenta con que Catalunya seguirá siendo España en el momento en que se apruebe, si se aprueba, el proyecto de ley que barre el catalán de la lista de troncales y específicas; en ese momento y durante todos los años siguientes. Y también cuenta con que dentro de una generación, cuando los chavales que empezaron la escolarización en el seno de dicha ley ya estén educados con todas sus eñes y sin sombra de pronom feble, no sólo seguirá siéndolo también, sino que ya nadie se acordará ni de cómo sonaba aquello que hablaban sus padres, aquellos ilusos que por un momento creyeron que estaban a punto de conseguir yo qué sé qué simplemente porque salieron a la calle a patearse alguna manifestación convocada en pos del pacto fiscal y acabaron gritando a favor de la independencia.
Wert no está respondiendo ni atacando a la parte de la sociedad Catalana que quiere la independencia ya, Wert está siguiendo inperturbable su propia estrategia porque Wert está jugando con un tablero mucho más grande. Diría más aún: Wert tiene un tablero mientras Catalunya acaba de empezar a tener la ilusión idiota de que puede construirse otro de solo un par de casillas: Salida y llegada. Eso es lo que nos han intentado vender con tanto optimismo de prisas y rifas baratas.
Lo único que nos queda aquí es coger la silla, arrimarla a la mesa de Wert, pensar una estrategia sin atajos y sobre todo no dejarnos robar las fichas.
¿Que les roban el catalán, que para ellos no es más que una ficha igual que lo eran los muertos por bombas-lapa, a nuestros hijos? Nuestra estrategia no puede ser entonces salir a la calle un día a protestar, sino atrincherarnos, amotinarnos hasta tener la seguridad de que nuestros hijos, ya adultos, no hayan olvidado el catalán.
Esto es así y esto va para largo. Así que paren; paren de decirles a pobres abuelos de ochenta años que ellos sí que lo verán porque claro que no lo verán, ni nosotros lo veremos, igual; nos tendría que dar por tirar por la vía no amistosa pero ni para eso tenemos medios aquí ahora. Wert en cambio sí que los tiene, ¿ven?, ni en esos términos estaríamos jugando a lo mismo.
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