divendres, 6 de juliol del 2012

Te rompes la pierna por tres sitios diferentes y descubres, maravillas del cuerpo humano, que tus huesos sueldan que da gusto y que, en unos meses, estás recuperado. No lo sabrías si no te la hubieras roto. Qué guay.

Las historias de superación cuando la superación es la única opción que uno tiene, me tocan las pelotas. Buscar motivos de alegría en la desgracia, sacar conclusiones positivas de todo, me parece un consuelo para tontos.

Si la pierna no hubiera soldado, la vida nos habría enseñado que podemos apañarnos andando solo con la sana. Si no hubiéramos podido volver a andar, la vida nos habría enseñado que podemos apañarnos en silla de ruedas. ¿Qué quieren que les diga? Prefiero vivir imaginándome que podría hacer todo eso: el empirismo está bien cuando uno se propone empirizar, cuando parte de la decisión de uno de ponerse a prueba. Cuando la cosa te cae encima y lo único que te queda es empirizar, ya me dirán dónde está el mérito: ¿en no morirse? Por esta regla de tres, todo el mundo que muere en el intento, que no supera lo de la pierna rota o cualquier otra desgracia, ¿es un vago, un cobarde, un débil, un humano de categoría inferior? Muy darwiniano todo, sí.

Todo el mundo que no se rompe una pierna, ¿es un ignorante de sus posibilidades y menos fuerte que quien sí? Pues igual, pero por lo menos sigue andando derecho.

Que sí, que vale, que hay que reconocerle un cierto mérito a la gente que, por lo que sea, lo ha tenido más difícil de lo normal. Que un comentario de 'qué fuerte eres', puede que anime en primera instancia pero que, cuando te lo han repetido tantas veces, acaba cansando. Yo misma recuerdo que, durante un tiempo, cuando aún me decían cosas como '¿ves? ahora sabes que puedes apañártelas sola', pensaba: 'vale, muy bien, ya lo sé, lección aprendida, vaya cosa, ahora quiero volver a lo de antes'. Y me acababa frustrando aún más.

Todos los veranos, cuando le decía a mi madre que iba justa de pasta porque, durante unos meses, no cobrábamos en el trabajo, ella me decía: 'Puedes volver a vivir a casa cuando quieras, ¿no te tranquiliza eso?' Le acabé respondiendo un día que sí, que me tranquilizaba igual que saber que ella tenía dos riñones y, si llegaba el caso, me podría donar uno. No comparaba el volver a vivir a casa con el que se me atrofiara un riñón y necesitara un transplante, no me entiendan mal, era simplemente que ponía los casos extremos al mismo nivel, y una desgracia -sea no poder mantenerse uno económicamente, sea estar al borde de la diálisis- es una desgracia y punto, por mucho que uno tenga la solución a la vuelta de la esquina.

Ay, no sé, es que he vuelto a empezar el día leyendo el Ara y el mensaje este constante de superación y de querer es poder me toca las pelotas, ya lo he dicho al principio.

3 comentaris:

  1. Y encima la llaman "personal" como las faltas del baloncesto.

    ResponElimina
  2. L'Ara s'assembla massa al babau del seu director, amb el seu humor per a padrines, la seva obsessió pels monitors d'esplai, les seves idees de llibre d'autoajuda i aquesta estranya i desconcertant certesa que, si els catalans ho desitgem amb força i agafant-nos de les mans en rotllana, tot ens anirà bé.

    ResponElimina

Come swim w/me