¡Arg! ¡Demagogia sanferminera! Otra más. Vamos allá, apuntémonos todos al plan de recorte de gastos en Sanidad que apunta la Moliner. Va:
Yo tampoco quiero pagar la hospitalización de la gente que coge el coche y se estampa contra un camión en su ruta de vacaciones yendo a Marina d'Or, ¿no te jode?, que se queden en el pueblo, que es mucho menos hortera, el camino es mucho más corto y, por lo tanto, el riesgo de accidente menor.
Paso de pagar también el tratamiento de los chichones de los Castellers: o todos con casco como el anxeneta o que se lo pague la colla a pachas, que para eso se ponen a subir, amunt, amunt, voluntariamente.
Las excursiones por la montaña, con sus señalizaciones del camino, sus guardias forestales, sus puntos de información y sus puestos de primeros auxilios, a pagarlas cada uno de su mochila también: yo no voy nunca y no les encuentro la gracia. ¿Por qué tendría que poner pasta de mi nómina, si la tuviera, para que reseñalizaran aquella red de caminos de ida a ninguna parte y vuelta al mismo sitio de donde se había salido y vuelta a empezar el fin de semana que viene si hace bueno? De hecho, el fin de semana que viene, si hace bueno o malo, yo me quedo en casa leyendo y, si salgo, me echo un paraguas al bolso en caso de llover: así que prou espacios de información metereológica pagados de mi bolsillo en los medios públicos, que llueva o haga sol, yo voy ha hacer exactamente lo que tenía planeado.
Exijo preferencia absoluta ante un intoxicado por un bolet traicionero si, el próximo otoño, tengo que ir a urgencias porque me ha subido de repente la fiebre. Si me ha subido de repente la fiebre por leer algún artículo que me ha sacado de quicio demasiado, cedo el paso a quien se le haya abierto por sorpresa la úlcera sangrante, siempre que no haya pasado esto último porque se haya puesto ciego comiendo en un mexicano por puritico antojo.
Miren, todo esto es muy complicado: habría que poner a la entrada de los hospitales un mostrador de interpretación del grado de capricho en la herida a tratar de cada cual. Propongo, para acabar antes, la creación de un impuesto nuevo: uno que se tenga que pagar cada vez que salimos de casa porque sí, no por necesidades básicas como ir a comprar el pan. La mayoría de las veces, iríamos poniendo pasta y no nos pasaría nada. Sumando sumando lo que vamos poniendo, nos daría para pagar los puntos de sutura, las escayolas, incluso las hospitalizaciones que llegáramos a necesitar si un día, no sé, por ejemplo, por el capricho de tener la parejita, nos diera por ponernos de parto por segunda vez.
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