dijous, 8 de març del 2012

Dice Ferran Ràfols, el traductor: "Encontré una frase en el original, en la que faltaba una preposición. Una de esas que te cambia el sentido de lo que se está diciendo. Entre todos, estuvimos intentando averiguar cuál debía de ser". Lo explica Ferran en la puerta de la librería Pròleg, de la que acabamos de salir después de la presentación de "Dins d'una campana de vidre", de Anaïs Nin, que acaba de publicar Labreu. Un rato antes, escuchando a Núria Miret leyendo fragmentos del libro, yo ya había pensado: joder, con la Nin: échale un galgo. Y ahora, sabiendo lo de la preposición perdida, lo vuelvo a pensar: échale un galgo, a la Nin.

Leer a la Nin es como barrer el piso en plena época de muda de pelo del gato. Barres, arrastras el montoncito de porquería desde la esquina más lejana hacia cubo de la basura. El montoncito de porquería se mantiene compacto, obedece a la escoba: ahora para aquí, ahora para allá. La escoba es el perro pastor, el montoncito es el rebaño. La escoba dice, venga montoncito, para la derecha; ahora un poquito para la izquierda. Y el montoncito, en su recorrido, va recogiendo individuos de porqueriíta dispersa y se los va incorporando. Aparece en escena una pelusa. Una pelusa borrosa, ligera. El barrendero lanza la escoba -que ahora resulta que simboliza la convención, la tradición, la norma- para intentar incorporar la pelusa a la corriente, al río que transcurre con todas sus gotitas de agua homogeneizadas; con todas sus gotitas de agua llenas de ticks aprendidos, pesadas, informes, carentes de toda voluntad, sometidas y de camino a la papelera. Y la pelusa vuela. La pelusa -que ahora es la Nin- hace piruetas a cada golpe de escoba. Sale disparada hacia arriba, dibuja un par de tirabuzones, gravita un momento y vuelve a caer a medio metro del montoncito de porquería. Y desde lo alto del último tirabuzón, ha mirado al montoncito, al rebaño, y se ha sabido fuera de él, Y se ha puesto a explicar lo que veía sin darse cuenta de que en el camino ha perdido la preposición que Ferran Ràfols se volverá loco buscando, y ha encontrado la poesía y el delirio que hará que Núria Miret la entienda mejor si tiene unas décimas de fiebre.

"Lo he entendido todo; lo he entendido todo porque tengo fiebre", dice Núria, también en la puerta de la Pròleg. Y se marcha a casa olvidándose de contarnos (nos lo cuenta luego por mail) que, además de por la fiebre, seguramente lo ha entendido todo también porque debajo del vestido se ha puesto para la ocasión un corset rojo.

Dins d'una campana de vidre. Anaïs Nin. Trad. Ferran Ràfols. Labreu Edicions, 2012.


La fiebre, inútilmente encorsetada, leyendo a la Nin.

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