En realidad, los tiempos de infelicidad, aunque tienen mucho de lección contra el orgullo -una ve que siguen pasando las cosas que tienen que pasar: elecciones generales, nuevos miembros en la familia, los cumpleaños que tocan, el frío que llega, las lluvias que pasan-, liberan bastante de esta creencia absurda de que la alegría de los demás es en parte responsabilidad propia.
Sí, tienen algo de descanso, los tiempos de infelicidad: son la única manera de ver que efectivamente la nave va.
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