Míster,
mira si las cosas van mal que, hace un rato, nada más despertarme de la siesta, me he enterado de que se ha declarado una guerra. Me dirás que lejos, sí, pero tú también lo estás y la guerra en internet se ve demasiado cercana, más que tú que, desde hace años, no me das tema ni de temor ni de alegría, mientras que ésta ya me está dando pie a las dos cosas: tanto al ceñar que luzco desde hace un rato, al que acompaño con el pensamiento "joder, otra guerra", como a la felicidad de por fin tener una excusa para enviarte una carta.
La guerra pinta lejos, tienes razón, pero las fotos de los periódicos son tan grandes, las caras de los protagonistas tan conocidas y los procedimientos y sus resultados tan poco novedosos, que no encuentro suficientes argumentos para decir que no es la nuestra: Asco de aleph, asco de adsl, asco de tiempo real, que todo nos lo acaban metiendo en casa, que me hacen sufrir porque tú estés leyendo esto al mismo ritmo que lo voy escribiendo, que veas mis comas mal puestas y hasta lo que pienso pero que, por muy poco, no llego a ponerte aquí.
En fin, vuelve pronto. Tengo tantas ganas de verte que me he puesto a escribir un cuento sobre el compositor de música de despertadores. Es el décimo que escribo desde que te fuiste. Cuando te vea, "He escrito diez cuentos" es lo primero que pienso decirte para que te hagas una idea de cuánto tiempo ha pasado, tanto, que hasta -hoy a la hora de la siesta- han acabado acabado declarando una guerra.
Isabel.
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