El domingo conocí a una científica. Bien, no sé hasta qué punto la arqueología es una ciencia y la verdad es que pillé la conversación ya empezada y me guardé de preguntarle muchas cosas que me iban viniendo a la cabeza por temor de hacerle repetirse y que la charla que tenía con un amigo, que estaba interesadísimo en el tema, decayera por mi culpa.
La charla, en el punto en que la pillé, iba sobre piedras trabajadas utilizadas o no como herramientas. Por lo visto, en los yacimientos arqueológicos a veces se encuentran piedras que, aunque presentan las características de haber sido talladas para cortar, desgarrar o pinchar, no presentan restos que indiquen que alguna vez fueron utilizadas para tales objetivos y que incluso en ocasiones son de un tamaño poco apto, por lo grande, para utilizar con tales fines. Mi amigo sugería que a lo mejor eran piedras ornamentales, yo añadí que a lo mejor los hombres prehistóricos presentaban ya signos de competitividad entre ellos que habrían durado hasta nuestros días, ya saben: signos paleolíticos del a ver quién la tiene más grande.
La arqueóloga se puso como una moto: que no, que eso que estábamos haciendo no se podía hacer; que no se puede funcionar a base de suposiciones; que a lo mejor la historia esta que se te acaba de ocurrir es muy bonita y parece que podría tener sentido, pero que eso no era nada científico. Parecía enfadadísima; sé que no lo estaba, que simplemente era la manera de hablar de alguien apasionadísimo por su trabajo ante dos tontuelos jugando con siglos de investigación pero, por si acaso, salí a fumar un cigarro.
Lo que pensé fumando el cigarro fue, primero, que la arqueóloga-científica no aceptaba ni un poquito de paralógica científica aplicada a la vida. Me pareció muy triste. Pero luego pensé que a lo mejor en mi vida tenía demasiado peso la pararealidad sin base científica, y empecé a perder pie. Volví a entrar en el bar y mi amigo y la arqueóloga seguían con la conversación: ella venga a poner piedras sobre las que asentarse y yo con los cimientos cada vez más desdibujados; ella venga a soltar teorías irrefutables y yo venga a creerme cada vez más chorlito. Me comí unos nachos con queso y no respiré tranquila hasta que se fue porque tenía que coger el tren.
Me sabe mal esta reacción; parecía una tía simpática ella, pero consiguió desestabilizarme una barbaridad.
A veces no sé si mi problema, ante quien no piensa como yo, es la intolerancia irracional o un simple y llano complejo de inferioridad.
(Yo creo que es inferioridad pero, como soy optimista, me pienso que es intolerancia, que, no sé, te pone así como en un plano superior, ¿no?).
Según Popper (recorto y pego) toda investigación debe comenzar con un problema, y debe apuntar a resolverlo. Cuando se encuentra una conjetura que puede ser plausible, se la debe criticar e intentar refutar. Según Popper, la ciencia puede avanzar, pero nunca se supera la tensión entre conocimiento e ignorancia, puesto que la única forma de justificar nuestros conocimientos es a través de la crítica. Por tanto, no se puede llegar nunca a una verdad absoluta, si no simplemente a teorías que sobreviven a las refutaciones que se le plantean.
ResponEliminaDile a tu amiga científica, que lea un poquito, leñe.
aquí va el resumen: http://www.ciencias.es/la-ciencia-segun-popper/
Ole por el comentario de Anna, antes de nada.
ResponEliminaTomando por otro lado el papel del analfabeto especializado, que es lo que venimos a ser los investigadores, hay que tener en cuenta que la sistemática de nuestra rama de estudio se nos ha incorporado a menudo lo suficiente como para distorsionar nuestra vida personal.
A mí me gusta que muchos de mis conocidos no tengan ni idea de qué hago, que si informático o traductor o algo así de filología. Pues vale, no hay que machacar al personal con nuestras obsesiones personales como si fueramos jevis peludos hablándole de Manowar a una chica en el metro porque sí.
Pero también es cierto que a veces hay frases-disparador que sacan al fundamentalista especialista que uno lleva dentro y nos incitan al sermón, pojemplo:
- Es que hay que hablar bien. Y hablar bien es hablar correcto.
- Menuda tontería que haya tantas lenguas de signos, no? Por qué no usan una sola?
Puede que tu comentario fuera interpretado como uno de esos. Pero a mí me parece gracioso.
Y aún así, es muy difícil para las ciencias sociales poder validar o negar hipótesis que incorporan aspectos de la conducta (e.d. la personalidad!) del individuo aislado. Una vez me regaló mi padrastro un atlas de arqueología con mapas y fotos de vasijas y de esculturas, todo muy bonito. Los comentarios eran clínicos y debían de ser rigurosos, pero recuerdo que estuvimos comentando justamente la incapacidad para poder saber nada del individuo que hizo el botijo, y de si había algo más que el peso de la tradición cerámica de su rinconcito de la Edad de Bronce para decorarlo con triángulos de color teja.
Y para acabar la divagación, te pongo un comic de Dinosaur Comics, que dice más o menos lo mismo que yo, pero mucho más simpático:
http://www.qwantz.com/index.php?comic=1313
Puede que mi comentario fuera interpretado como uno de ésos, sí. Luego dije noséqué tontería más y me dijo: "Me gusta eso que acabas de decir" y, claro, a partir de ahi, en sintiéndome yo tan evaluada, me callé la boca por miedo a que me suspendiera o algo.
ResponEliminaJo, qué links más majos me ponéis. Con vosotros, da gusto.