Hablo con mi padre y me cuenta:
-De Miquel: "Muy bien, muy espavilao: se fija en todo aunque me imagino que no ve nada".
-De Aina: "Ha estado un rato en el hospital y no se separaba de su madre y no soltaba al pequeño. Cuando nos las hemos llevado a casa, ha montado un numerito...".
-De María: "Esa pasa de todo".
-De Nuria: "Está bien, está bien. La mandan a casa mañana".
-De mi madre: "Ahora está poniendo a las crías a dormir y pensando qué hace para comer mañana, que viene la madre de Ramón, preocupándose por cosas de las que nadie se preocupa, ya sabes".
Y, claro, a servidora, estando tan lejos, no hay cosa que le tranquilice más, que le produzca a la vez tanta nostalgia y tanta felicidad, que ver que todos los miembros de la familia están siendo taaaan absolutamente ellos (mi padre incluido, contando las cosas como las cuenta) en este ratico tan de novedad y tan de alegría.
Tengo un sobrino nuevo que se llama Miquel.
dilluns, 4 de juny del 2012
Mi abuelo, todos los días, se levantaba, se aseaba old style, o sea, en la pica en vez de en la bañera, dejando todo el lavabo empantanado, se vestía y se iba a pasito ligero, cuesta abajo, por la calle de la Curia, al Casino, que estaba en un edificio en la Plaza del Castillo a cuyo interior se accedía por un portalón de madera que había en uno de los rincones de los porches. Los rincones de los porches de la plaza del Castillo eran, como todos los rincones de los porches de cualquier lado, los sitios más en penumbra, los que más contraste hacían con aquella luminosidad que reinaba en la plaza los (pocos) días de sol. Los rincones de los porches de la plaza del Castillo también eran, sorprendentemente, los sitios más húmedos en los (muchos) días de lluvia. Y los que más tardaban en secarse cuando volvía a salir el sol. Ahí, en uno de esos rincones, estaba el portalón del casino por el que mi abuelo entraba, todos los días, primero sin, y más adelante con bastón.
Yo, que hasta los doce años pasaba los fines de semana en su casa, y que nunca, jamás, puse los pies en el casino, estaba fascinada por la incógnita de qué sería ese sitio al que iba a meterse todas las mañanas el buen hombre tan repeinao. Le preguntaba a mi abuela a dónde y me respondía al casino. Le preguntaba a qué y me respondía a leer y a fumar puros. Fascinación máxima, ya les digo.
Un día le pregunté a mi abuelo qué leía en el casino -que lo que fumaba eran puros ya me lo había dicho mi abuela-. No me acuerdo muy bien pero supongo que miraría a mi madre desde su metro ochenta de estatura con cara de qué insolente es esta niña. Lo supongo porque de lo que sí que me acuerdo es de todas las veces que mi abuelo me repitió que los niños no hablaban a no ser que se les preguntara algo.
Mi abuelo era un señor de 1903.
También recuerdo que, seguramente aún sin mirarme, aún mirando con cara de desaprobación a mi madre, me respondió: el diario. Más fascinación. El diario ya lo teníamos en casa y no le hacían falta cuatro horas para leérselo. Ahí había algo más, yo tenía diez u once años y no me iba a quedar sin saberlo aunque me lo tuviera que inventar.
Investigando por aquí y por allá, me enteré de que el casino era por dentro todo de madera, que había una biblioteca, un mueble bar y sillones orejeros. Lo mejor es que no recuerdo que todo eso me lo contara él así que ahora pienso que es solo la historia que me monté en la cabeza y que me la monté a base de leer Pickwicks, vueltas al mundo en ochenta días y demás.
Buf, el casino del abuelo.
Tampoco he estado nunca dentro del Ateneu Barcelonès pero sé perfectamente cómo es ese sitio: igual que sé cómo es el casino del abuelo por Dickens y por Verne, lecturas de cuando me preocupaba cómo debía de ser el casino del abuelo, sé cómo es el Ateneu por Pla y por las historias de tortugas que cuenta Quim Torra de vez en cuando, lecturas ambas de cuando me empezó a preocupar cómo debía de ser por dentro el Ateneu.
Todo esto lo cuento porque llevamos un rato hablando por twitter del premi Crexells, que otorga el Ateneu Barcelonés, y cuyo ganador se decide por votación popular. Popular. El Ateneu. Uno de los finalistas es Jaume Cabré.
Solo voy a decir una cosa al respecto: miren en qué ha acabado convirtiéndose en casino de mi abuelo. Es un poco bodas, bautizos y comuniones. No hay madera por ningún lado. Y la biblioteca, en fin... la biblioteca. Sí.
Yo, que hasta los doce años pasaba los fines de semana en su casa, y que nunca, jamás, puse los pies en el casino, estaba fascinada por la incógnita de qué sería ese sitio al que iba a meterse todas las mañanas el buen hombre tan repeinao. Le preguntaba a mi abuela a dónde y me respondía al casino. Le preguntaba a qué y me respondía a leer y a fumar puros. Fascinación máxima, ya les digo.
Un día le pregunté a mi abuelo qué leía en el casino -que lo que fumaba eran puros ya me lo había dicho mi abuela-. No me acuerdo muy bien pero supongo que miraría a mi madre desde su metro ochenta de estatura con cara de qué insolente es esta niña. Lo supongo porque de lo que sí que me acuerdo es de todas las veces que mi abuelo me repitió que los niños no hablaban a no ser que se les preguntara algo.
Mi abuelo era un señor de 1903.
También recuerdo que, seguramente aún sin mirarme, aún mirando con cara de desaprobación a mi madre, me respondió: el diario. Más fascinación. El diario ya lo teníamos en casa y no le hacían falta cuatro horas para leérselo. Ahí había algo más, yo tenía diez u once años y no me iba a quedar sin saberlo aunque me lo tuviera que inventar.
Investigando por aquí y por allá, me enteré de que el casino era por dentro todo de madera, que había una biblioteca, un mueble bar y sillones orejeros. Lo mejor es que no recuerdo que todo eso me lo contara él así que ahora pienso que es solo la historia que me monté en la cabeza y que me la monté a base de leer Pickwicks, vueltas al mundo en ochenta días y demás.
Buf, el casino del abuelo.
Tampoco he estado nunca dentro del Ateneu Barcelonès pero sé perfectamente cómo es ese sitio: igual que sé cómo es el casino del abuelo por Dickens y por Verne, lecturas de cuando me preocupaba cómo debía de ser el casino del abuelo, sé cómo es el Ateneu por Pla y por las historias de tortugas que cuenta Quim Torra de vez en cuando, lecturas ambas de cuando me empezó a preocupar cómo debía de ser por dentro el Ateneu.
Todo esto lo cuento porque llevamos un rato hablando por twitter del premi Crexells, que otorga el Ateneu Barcelonés, y cuyo ganador se decide por votación popular. Popular. El Ateneu. Uno de los finalistas es Jaume Cabré.
Solo voy a decir una cosa al respecto: miren en qué ha acabado convirtiéndose en casino de mi abuelo. Es un poco bodas, bautizos y comuniones. No hay madera por ningún lado. Y la biblioteca, en fin... la biblioteca. Sí.
diumenge, 3 de juny del 2012
La vecina de al lado en el tren lleva un tochazo de unas setecientas páginas que se titula "Palmeras en la nieve". Lo que ella no sabe es que en el que llevo yo, que no llega a las doscientas, hay un parrafito en el que Fernando Poblet ya dice todo lo que, sobre la nieve, le hace falta a cualquiera leer en la vida.
Es este:
... me quedé medio ensimismado contemplando cómo se pasa la vida, como se viene la nieve tan callando. No me entró frío en el alma porque la mía es de quita y pon, y en aquel momento la tenía, junto a la pluma y la agenda, encima de la mesita. Me invadió una extraordinaria pereza y como una solterona de provincias, estuve entre visillos con la cabeza en otro sitio, recordando. Las nevadas, es sabido, son muy dadas a los gerundios.
El libro se llama Diabluras.
Es este:
... me quedé medio ensimismado contemplando cómo se pasa la vida, como se viene la nieve tan callando. No me entró frío en el alma porque la mía es de quita y pon, y en aquel momento la tenía, junto a la pluma y la agenda, encima de la mesita. Me invadió una extraordinaria pereza y como una solterona de provincias, estuve entre visillos con la cabeza en otro sitio, recordando. Las nevadas, es sabido, son muy dadas a los gerundios.
El libro se llama Diabluras.
divendres, 1 de juny del 2012
Catalunya is sooooo needy.
Por experiencia: cuando uno anda pidiendo, la última respuesta, la del demandado, suele ser el desprecio. Esto no denota tanto la insensibilidad o la chulería del otro, del que te llama aldeano (que también) como la baja autoestima del demandante.
Se ve claro en las relaciones de pareja: uno (el needy) empieza pidiendo cariño, montando pollos porque no recibe tanto como el que cree que necesita. El otro, crecido por el poder que se le ha otorgado, acaba apartando al needy de un manotazo al comentario de déjame en paz, pesado.
Resultado: El needy se patetiza, el demandado se dictatorializa. Estas cosas siempre funcionan por contraste: el demandado aislado del needy, puede que sea un tipo ecuánime, con sus debilidades y necesidades. En cambio, cuando tiene al lado al needy reclamando lo irreclamable -porque el cariño se da o se recibe, punto, si uno tiene que reclamarlo, mejor que apague y se vaya por donde ha venido, con el corazón un poco roto pero con la cabeza aún alta- lo único que le queda es a) ceder al chantaje emocional o b) cerrar puertas y mantener posiciones.
La cosa es que la Catalunya needy le ha reclamado a un festival que la mire. Y el festival se ha puesto chulito.
La misión de un festival de música internacional no es hacer publicidad de la ciudad, del país, en el que se celebra. La misión de un festival de música internacional es ofrecer música internacional. Y para ver este tipo de música es para lo que la gente se gasta un tercio -tirando muy por lo bajo- de la mesada. La misión de un festival de música internacional es también generar pasta -por eso se subvenciona: por la tajada puntual; que a ver si nos enteramos de una vez también de que las subvenciones no son ni limosnas ni aguinaldos-, no generar nuevos consumidores de música catalana.
El Primavera Sound genera pasta de manera puntual, la suficiente como para poder ponerse chulito y apartar a Bianciotto de un manotazo cuando le pide, le suplica, que genere nuevos consumidores de música catalana.
Bianciotto ha patetizado un poco a la música catalana al reclamar una especie de cuota de paridad o al menos de figuración, igual que se patetiza la Generalitat cuando se baja los pantalones ante Madrid para conseguir pactos y limosnitas varias con la excusa de que esa bajada de pantalones es necesaria para seguir avanzando en el camino que sea que tenga la Generalitat. El Primavera Sound se ha definido ante Bianciotto, ante la música catalana, como el matón de la puerta que decide quién entra y quién no.
Nadie se ha enterado por eso de que el Primavera Sound se celebra en un país que también tiene su producción musical. Unos pocos se han enterado, eso sí, de que entre los directores del festival había un gorila con de todo menos sentido de la comunicación.
Ahí quedará la cosa.
Por experiencia: cuando uno anda pidiendo, la última respuesta, la del demandado, suele ser el desprecio. Esto no denota tanto la insensibilidad o la chulería del otro, del que te llama aldeano (que también) como la baja autoestima del demandante.
Se ve claro en las relaciones de pareja: uno (el needy) empieza pidiendo cariño, montando pollos porque no recibe tanto como el que cree que necesita. El otro, crecido por el poder que se le ha otorgado, acaba apartando al needy de un manotazo al comentario de déjame en paz, pesado.
Resultado: El needy se patetiza, el demandado se dictatorializa. Estas cosas siempre funcionan por contraste: el demandado aislado del needy, puede que sea un tipo ecuánime, con sus debilidades y necesidades. En cambio, cuando tiene al lado al needy reclamando lo irreclamable -porque el cariño se da o se recibe, punto, si uno tiene que reclamarlo, mejor que apague y se vaya por donde ha venido, con el corazón un poco roto pero con la cabeza aún alta- lo único que le queda es a) ceder al chantaje emocional o b) cerrar puertas y mantener posiciones.
La cosa es que la Catalunya needy le ha reclamado a un festival que la mire. Y el festival se ha puesto chulito.
La misión de un festival de música internacional no es hacer publicidad de la ciudad, del país, en el que se celebra. La misión de un festival de música internacional es ofrecer música internacional. Y para ver este tipo de música es para lo que la gente se gasta un tercio -tirando muy por lo bajo- de la mesada. La misión de un festival de música internacional es también generar pasta -por eso se subvenciona: por la tajada puntual; que a ver si nos enteramos de una vez también de que las subvenciones no son ni limosnas ni aguinaldos-, no generar nuevos consumidores de música catalana.
El Primavera Sound genera pasta de manera puntual, la suficiente como para poder ponerse chulito y apartar a Bianciotto de un manotazo cuando le pide, le suplica, que genere nuevos consumidores de música catalana.
Bianciotto ha patetizado un poco a la música catalana al reclamar una especie de cuota de paridad o al menos de figuración, igual que se patetiza la Generalitat cuando se baja los pantalones ante Madrid para conseguir pactos y limosnitas varias con la excusa de que esa bajada de pantalones es necesaria para seguir avanzando en el camino que sea que tenga la Generalitat. El Primavera Sound se ha definido ante Bianciotto, ante la música catalana, como el matón de la puerta que decide quién entra y quién no.
Nadie se ha enterado por eso de que el Primavera Sound se celebra en un país que también tiene su producción musical. Unos pocos se han enterado, eso sí, de que entre los directores del festival había un gorila con de todo menos sentido de la comunicación.
Ahí quedará la cosa.
dijous, 31 de maig del 2012
Pasa esto:
El periodista Jordi Bianciotto (por favor, ignoren su foto -un rodolí!-) escribe este artículo que es una especie de pataleta así muy de catalanito emprenyat, porque, a ver, todo el mundo sabe que que un festival se celebre en un sitio o en otro, lo mismo da, que da lo mismo; que el fin de semana pasado el Rock in RIO era en LISBOA y bien que podías pasarte el fin de semana allá encerrado sin poner un pie en la ciudad (¿Lisboa o Río? Qué más da). Pero bueno, el caso es que Bianciotto tiene derecho a decir lo que le parezca y esto que ha dicho no es ninguna mentira.
Y el caso es también que desde el departamento de prensa del festival primero le insultan y después le retiran la acreditación. Y después hacen como que se la van a devolver a cambio de que no publique nada de esto que ha pasado. Y después se la vuelven a retirar. (actualización a las 22.20: ahora se la han vuelto a devolver). Y esto tampoco es ninguna mentira.
Lo que venía a decir ayer Bianciotto es que el PS, por ir de cosmopolita, olvida lo local. El PS, pasándose por el forro a Dalí, por ejemplo, le responde que es un aldeano. Y yo, leyendo todo esto, me pongo a pensar en todo el mundo que conozco que estaría muy de acuerdo con Bianciotto y lo estaría defendiendo a muerte en redes sociales varias si no estuvieran ahora mismo, en el Forum, cerveza en mano, pulsera en muñeca, pateando la distancia entre uno y otro escenario, quejándose un poquito de la organización, como todos los años, pero también, como todos los años, sin perder esa sonrisa bobalicona que produce ver a unos The Cure cincuentones a doscientos metros de los escupitajos que puedan escapársele a Robert Smith.
Gente que se deja las cuerdas vocales pidiendo la independencia a gritos en una manifestación que en realidad era solo para pedir el Estatut, igual que se las deja también a gritos en un festival que ni siquiera quiere oír de Catalunya y que, si lo hace, te retira la acreditación.
Es el opio. Funciona en cualquier ambiente. Anula cualquier intención.
Deberíamos boicotear el festival.
Eso sí que sería un campanazo.
Eso sí que no pasará.
El periodista Jordi Bianciotto (por favor, ignoren su foto -un rodolí!-) escribe este artículo que es una especie de pataleta así muy de catalanito emprenyat, porque, a ver, todo el mundo sabe que que un festival se celebre en un sitio o en otro, lo mismo da, que da lo mismo; que el fin de semana pasado el Rock in RIO era en LISBOA y bien que podías pasarte el fin de semana allá encerrado sin poner un pie en la ciudad (¿Lisboa o Río? Qué más da). Pero bueno, el caso es que Bianciotto tiene derecho a decir lo que le parezca y esto que ha dicho no es ninguna mentira.
Y el caso es también que desde el departamento de prensa del festival primero le insultan y después le retiran la acreditación. Y después hacen como que se la van a devolver a cambio de que no publique nada de esto que ha pasado. Y después se la vuelven a retirar. (actualización a las 22.20: ahora se la han vuelto a devolver). Y esto tampoco es ninguna mentira.
Lo que venía a decir ayer Bianciotto es que el PS, por ir de cosmopolita, olvida lo local. El PS, pasándose por el forro a Dalí, por ejemplo, le responde que es un aldeano. Y yo, leyendo todo esto, me pongo a pensar en todo el mundo que conozco que estaría muy de acuerdo con Bianciotto y lo estaría defendiendo a muerte en redes sociales varias si no estuvieran ahora mismo, en el Forum, cerveza en mano, pulsera en muñeca, pateando la distancia entre uno y otro escenario, quejándose un poquito de la organización, como todos los años, pero también, como todos los años, sin perder esa sonrisa bobalicona que produce ver a unos The Cure cincuentones a doscientos metros de los escupitajos que puedan escapársele a Robert Smith.
Gente que se deja las cuerdas vocales pidiendo la independencia a gritos en una manifestación que en realidad era solo para pedir el Estatut, igual que se las deja también a gritos en un festival que ni siquiera quiere oír de Catalunya y que, si lo hace, te retira la acreditación.
Es el opio. Funciona en cualquier ambiente. Anula cualquier intención.
Deberíamos boicotear el festival.
Eso sí que sería un campanazo.
Eso sí que no pasará.
dimecres, 30 de maig del 2012
El Primavera Sound está desde hace tiempo un poco maldito. Miren: un novio mío, hace años, encontró una manera de entrar en un sorteo de cinco invitaciones: una para él y cuatro más. Se las envió a cuatro amigos. Cuando me enteré, le pregunté: ¿no me la has enviado a mí? Solo eran para cinco, me respondió. No es que mi novio no quisiera ir de fiesta conmigo, es que no quería ir conmigo a ningún sitio. Ni quedarse en casa conmigo quería. El problema era yo. El problema era él conmigo.
La cosa acabó aquel verano, y ya va a hacer seis. Yo, que había ido siempre al Primavera Sound, solo he vuelto a ir dos veces, solo un día por vez, y nunca con él, por supuesto. Hace unos días le preguntaba a alguien por qué la gente hace estas cosas, estos primaverasounds tan evidentes que dejan tan claro lo que quieren decir sin tener que llegar a decirlo; como si, en el momento de salir por la puerta con la pulserita enganchada en la muñeca, ese adiós, ese vaivén de la mano significara, más que un me voy de festival, un tútevasdemivida cobarde, cobarde porque no llega a decirse. Me respondió que a veces pasa que uno tiene que romper con todo y que a lo otro, a lo de tener huevos para decirlo o no, ya me había respondido yo con la pregunta.
Bien, eso pasó y esa es la relación de ideas: el Primavera Sound desde hace unos años está maldito y yo lo cuento aquí.
Es que hoy me han dicho 'ahora, cuando pienso en ti, pienso que tú eres tú y la que ha escrito todo eso' y no me he atrevido a preguntar dónde está la diferencia porque a mí no me parece que la haya. Es que hoy he leído esta entrevista que le hacen a Nubla en Vice y, cuando dice esto 'esas cosas de las que escribo pasan siempre. Lo único que necesito es tiempo para poderlas escribir', le he entendido muy bien.
La cosa acabó aquel verano, y ya va a hacer seis. Yo, que había ido siempre al Primavera Sound, solo he vuelto a ir dos veces, solo un día por vez, y nunca con él, por supuesto. Hace unos días le preguntaba a alguien por qué la gente hace estas cosas, estos primaverasounds tan evidentes que dejan tan claro lo que quieren decir sin tener que llegar a decirlo; como si, en el momento de salir por la puerta con la pulserita enganchada en la muñeca, ese adiós, ese vaivén de la mano significara, más que un me voy de festival, un tútevasdemivida cobarde, cobarde porque no llega a decirse. Me respondió que a veces pasa que uno tiene que romper con todo y que a lo otro, a lo de tener huevos para decirlo o no, ya me había respondido yo con la pregunta.
Bien, eso pasó y esa es la relación de ideas: el Primavera Sound desde hace unos años está maldito y yo lo cuento aquí.
Es que hoy me han dicho 'ahora, cuando pienso en ti, pienso que tú eres tú y la que ha escrito todo eso' y no me he atrevido a preguntar dónde está la diferencia porque a mí no me parece que la haya. Es que hoy he leído esta entrevista que le hacen a Nubla en Vice y, cuando dice esto 'esas cosas de las que escribo pasan siempre. Lo único que necesito es tiempo para poderlas escribir', le he entendido muy bien.
Subscriure's a:
Missatges (Atom)