Tengo una librería. Obviamente me
interesa vender libros, que la gente compre muchos, cuantos más
mejor; esto es en primera instancia por una cuestión de
supervivencia: hay que vender muchos libros para vivir de ellos,
tened en cuenta que un librero se queda con el 30 por ciento del
precio del libro, esto es, de un libro de 20 euros, nos corresponden
solo 6,6. Sabiendo que la mayoría de libros valen menos de
20 euros, que hay ediciones de bolsillo que a penas llegan a los 8
euros de precio, de los que nos corresponderían a nosotros menos de
dos, calculad cuántos libros tenemos que vender al mes para
sobrevivir, o sea, sólo para poder pagar alquileres y sueldos.
De las muchas maneras que hay para
vender libros, hay una que es imbatible: consiste en que la gente
piense en libros; que los tenga en la cabeza, que estén en sus
conversaciones, que figuren entre sus referencias. Hay un camino muy
claro para conseguir que las cosas estén en la cabeza de la gente,
es el camino de los medios: las cosas que salen en los medios con una
cierta intensidad acaban formando parte del imaginario del espectador, y hoy día todo el mundo es espectador;
explicadme si no porqué gastaríamos un solo minuto de nuestras
vidas pensando en la última de Belén Esteban, por decir una que
estoy convencida que todos vosotros tenéis en la cabeza. ¿Por qué la
tenéis? Ahí lo tenéis.
No llevo hablando ni cinco minutos y ya
podríais reprocharme como mínimo dos cosas de todo lo que llevo
dicho: una, que sabiendo todo esto del poquísimo margen para el
negocio que da la venta de libros, si quisiera ganarme bien la vida,
me podría haber metido en cualquier otro negocio; y dos, que qué
tiene que ver Belén Esteban o cualquier otro de su condición con
los libros, con la literatura. La respuesta a los dos reproches sería
la misma: me he metido en lo de los libros porque no son Belén
Esteban.
Explicándolo muy básicamente, yo creo
que hay dos cosas en la vida: una es lo que de verdad nos interesa y
otra lo que hacemos para pasar el rato, aunque puede que no nos demos
ni cuenta de cualquiera de estas dos cosas en el momento en el que
están pasando; puede que nos parezca que estamos pasando el rato
viendo la tele u oyendo la radio y puede que nos parezca que nos
interesa mucho la última bronca que haya tenido fulanito con
menganita de tal o descubrir que tal escritor escribe en zapatillas,
por ejemplo; la cosa es que si nos paramos pensarlo, una vez nos
hemos enterado de la bronca o de lo de las zapatillas, ahí se acaba
el tema; puede que la historia nos dé para un par de conclusiones
del tipo "qué mala persona es fulanito" o "este
escritor es tan bueno que, si escribe en zapatillas, yo lo voy a
hacer todo en zapatillas también", pero ya está. Una vez hemos
hecho algo que nos interesa de verdad en cambio, eso perdura y de
alguna manera acaba viéndose reflejado en la realidad; en lo que nos
rodea primero y, a base de círculos concéntricos, en la sociedad
después. Un ejemplo que parece muy tontuelo pero del que estoy
convencida es que si la gente leyera libros bien escritos o viera o
escuchara programas de televisión o de radio bien estructurados,
independientemente de su ideología, nunca, jamás, votaría para
presidente a alguien que no supiera construir bien las frases o que
no supiera enlazar las ideas a base de silogismos con un cierto grado
de complejidad o que no tuviera recursos para responder a preguntas
que no estaban en el guión.
Por eso me dedico a vender libros
aunque me den tan poco margen y no cualquier otra cosa: porque creo
que los libros buenos inciden de esta última manera que acabo de
explicar en la sociedad.
Entonces, ¿por qué los medios dan
prioridad a lo que no?
No estoy diciendo que todo lo otro
tenga que desaparecer de los medios: sería un aburrimiento. Lo que
digo es que los libros no tendrían que ser arrinconados ni
transversalizados de la manera en que lo están siendo últimamente;
que deberían estar a la par de todo lo otro en cuanto a minutaje de
contenidos.
Hay otro motivo además por el cual los
medios deberían replantearse todo esto: ahora mismo hay un montón
de editores, escritores, traductores, correctores y libreros que
estamos apostando por aquello que decía antes que era lo importante
frente a lo que supone una simple manera de pasar el tiempo; es más,
hay un montón de lectores que se están apuntando a comprarlo, si no
no insistiríamos tanto ni seríamos tantos tampoco. Si los medios
quieren estar a la altura de esto que está pasando, deberían
dedicar espacios a este público que acabo de describir; es una
apuesta de futuro, creedme; es que está muy ciego quien no lo haya
visto ya.
Ya está. No voy a dar ninguna
conferencia mañana: es una mesa redonda donde voy a participar, pero
creo que todas las ideas que suelte van a ir por aquí.