A mí, artículos como este de hoy en El Matí Digital me hacen pensar en el creacionismo. En el creacionismo como la manera más extrema del individualismo, ya ven, porque creo que lo que hace Andreu Pujol cuando juega a desnudar al inmaduro -según él-, a dejarlo en pelotas, a ridiculizarlo, pasa por negar la evolución, negar la convivencia y negar hasta la adaptación al medio.
Y miren que podría haberlo leído desde una perspectiva totalmente opuesta, yo, el artículo; miren que podría haberme erigido como portavoz de todo ese sector de señoritas que, noche sí, noche también, tenemos que aguantar las gracietas de todos esos peterpanes revoloteadores de sombreros y barbas ridículas. Podría ponerme a montar ahora mismo la asociación de mujeres víctimas de toda una generación de hombres, por no llamarlos pseudocríos, alérgicos al compromiso; comprarme una impresora, hacer copias y copias del articulito y dedicarme a clavarlas con chinchetas por las noches en los portales del barrio de Sant Antoni, por ejemplo. Pero no, ya ven, será que yo también, teniendo cuarenta, voy en bicicleta y me tomo unas cervezas de vez en cuando. Será que no tengo hijos ni me he comprado un piso pero no por eso me siento libre de responsabilidades. Será que ayer volviendo a casa, por ejemplo, me dio por pensar que siendo yo la única de tres hermanos sin descendencia y habiendo empezado mis padres a coger un poco la cuesta abajo de la edad -que si achaquitos por aquí, achaquitos por allá-, ya me veo venir que los pañales que no he cambiado a los treinta, igual me toca cambiarlos a los cincuenta. Es un pensamiento un poco tremendo, lo sé, pero la vida es como es y a lo mejor la responsabilidad que se me presenta ahora es apurarla de otra manera. Igual, tal como está montada la sociedad ahora mismo, que no es igual a como estaba montada en el mundo para el que el artículo de Pujol parece estar escrito, mi responsabilidad pasa por no aceptar las responsabilidades que se dictaron hace ¿cuánto? ¿Un siglo? Da lo mismo; la cuestión es que hay gente a quien ahora le sirven pero hay gente a la que no. Yo sólo les digo que si siguiera aún esperando al maduro que me salvara la vida, ahora mismo estaría calculando la longitud de la cuerda que necesito comprar para colgarme de esa viga del piso.
Así que sí: ese cuarentón que se acerca con esa medio sonrisa a última hora de la noche es patético, pero ¿quién dice que ese otro que mira cómo se acerca y luego se va en su coche a escribir rodeado de todas las responsabilidades del hogar un artículo denunciándolo no es más patético todavía? Porque, a ver, ¿qué es la madurez exactamente? ¿Llevar las cuentas al día y guardar el rinconcito para mañana? ¿Serle fiel al otro traicionándose a sí mismo? Que si uno es cien por cien íntegro según esta integridad que se nos cuenta en el artículo, muy bien, Dios se lo pagará, pero que también he visto muchos cilicios corridos un agujerito más en pleno delirio perseguidor de esa zanahoria supuestamente eterna.
Total, que estamos de acuerdo que la mediterranean way of life que nos vende la birra es adocenada y para idiotas. Pero que la vida sea pobre si es libre de responsabilidades carrinclonas, no: en eso no vamos a estar de acuerdo nunca.
Ni en lo de las bicicletas; en lo de las bicicletas, tampoco. Ni hablar.