dissabte, 17 de setembre del 2011
Aquello que dicen de que uno siempre acaba escribiendo sobre sí mismo, puede que sea verdad: puede que en la entrada anterior, hablando de la peli de Malick, haya acabado hablando sobre mí. Ahí me tienen, por si no lo habían notado, con las decepciones y los miedos al aire, expuesta como en pocas ocasiones.
Lo de estos días ha sido protestar por protestar.
La nena aquí llevándose las manos a la cabeza por cosas tan idiotas como que una editorial, que es una empresa, venda su producto como sea, a pesar de que el producto no sea para tanto. La nena ofendida, refunfuñando por los rincones la pérdida de tiempo que ha supuesto leer aquello, ir al cine a ver aquello. Disgustarse por disgustarse, buscar motivos de desdicha donde no los hay, olvidarse de que no son esas cosas las que duelen realmente, que lo que realmente duele es lo bello, lo bueno, la cosa de calidad. Y el resto es miseria.
Ayer vi "El árbol de la vida".
Miren. Malick es un tío que empieza una película enseñándote una casa y la gente que vive dentro, de una manera tan preciosa que te hace dudar si has entrado en el cine o si te ha cogido de sopetón del cuello para llevarte a dar una vuelta por el lado bonito de la vida. Luego, cuando ya te tiene en sus manos, te cuela un rato largo de cosas grandes y pequeñas, hasta aburrirte: el muy mamón es consciente de que te has entregado a él de forma incondicional y se toma la manga cuando tú le has dado la mano y llevas ya un rato medioenfadada con él por eso, cuando decide volver a la casa del principio para soltarte una plegaria, una oración de misario avant la lettre que acaba en un amén, pero que antes de acabar te ha desnudado, te ha señalado con el dedo gritando mira qué pequeño eres, mira qué miserias, ¿te acuerdas de la colección de estampitas de cosas grandes y pequeñas que te he hecho ver antes? Pues era para que vieras que tú estás en la categoría de las pequeñas. Y lo peor es que llegas ahí, a lo microscópico, cuando lo que estabas pensando, pobre idiota, es que estabas poniendo todos los medios para avanzar hacia lo grande.
La peli de Malick te deja así: alucinada porque has visto una cosa grande, y destrozada porque tú estás abocada a hacer cosas pequeñas, ya puedes dejarte las cejas intentando ver la manera de dejar de ser ínfima, ya puedes dejarte el tiempo intentado ser un poquito mejor.
La nena aquí llevándose las manos a la cabeza por cosas tan idiotas como que una editorial, que es una empresa, venda su producto como sea, a pesar de que el producto no sea para tanto. La nena ofendida, refunfuñando por los rincones la pérdida de tiempo que ha supuesto leer aquello, ir al cine a ver aquello. Disgustarse por disgustarse, buscar motivos de desdicha donde no los hay, olvidarse de que no son esas cosas las que duelen realmente, que lo que realmente duele es lo bello, lo bueno, la cosa de calidad. Y el resto es miseria.
Ayer vi "El árbol de la vida".
Miren. Malick es un tío que empieza una película enseñándote una casa y la gente que vive dentro, de una manera tan preciosa que te hace dudar si has entrado en el cine o si te ha cogido de sopetón del cuello para llevarte a dar una vuelta por el lado bonito de la vida. Luego, cuando ya te tiene en sus manos, te cuela un rato largo de cosas grandes y pequeñas, hasta aburrirte: el muy mamón es consciente de que te has entregado a él de forma incondicional y se toma la manga cuando tú le has dado la mano y llevas ya un rato medioenfadada con él por eso, cuando decide volver a la casa del principio para soltarte una plegaria, una oración de misario avant la lettre que acaba en un amén, pero que antes de acabar te ha desnudado, te ha señalado con el dedo gritando mira qué pequeño eres, mira qué miserias, ¿te acuerdas de la colección de estampitas de cosas grandes y pequeñas que te he hecho ver antes? Pues era para que vieras que tú estás en la categoría de las pequeñas. Y lo peor es que llegas ahí, a lo microscópico, cuando lo que estabas pensando, pobre idiota, es que estabas poniendo todos los medios para avanzar hacia lo grande.
La peli de Malick te deja así: alucinada porque has visto una cosa grande, y destrozada porque tú estás abocada a hacer cosas pequeñas, ya puedes dejarte las cejas intentando ver la manera de dejar de ser ínfima, ya puedes dejarte el tiempo intentado ser un poquito mejor.
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