dimarts, 18 de desembre del 2012

Ahora voy a hacer un post femeninamente nada popular, creo.

El otro día mi nombre aparecía entre otros de otras en un artículo en el cual se denunciaba a una revista online por no tener a mujeres (o casi no tenerlas) en su plantilla; que, incluso, denunciaba también, no abundaban las mujeres tampoco entre los protagonistas de sus contenidos (entrevistas y demás).

Bueno. Gracias por la parte que me toca. La periodista que lo firmaba consideraba que servidora era digna, estaba al nivel, por lo que fuera, de tener un hueco en dicha publicación, y eso halaga un montón, claro, porque la publicación en cuestión me gusta; además me ponía entre nombres de personas a las que admiro. Que encantada, vamos.

Pero es que, no puedo evitarlo, cada vez que se escribe una cosa así, pienso en aquel mail que nos llegaba a la tele de vez en cuando, tras un programa maravilloso sobre tal o cual cosa, con el plató lleno de invitados expertísimos en el tema, para hacernos denotar una única cosa: que en el plató había más señores que señoras. Mail reclamante de paridad sexual enviado por alguien quien, precisamente por su condición de señora, había sido incapaz de mirar y aprender sin verse interrumpida por la pulsión de contar cabecitas de señores y cabecitas de señoras, y escandalizarse porque no le cuadraban los números.

Yo, llámenme ingenua, soy de pensar que si en un sitio no quieren mi trabajo, es porque consideran que mi trabajo no es lo suficientemente bueno. Punto. Igual me equivoco y resulta que no, que lo que pasa es que estoy empeñada en hacer cosas de tío y no soy un tío; que ni siquiera soy capaz de ver esta discriminación y por eso me empecino, erre que erre, en seguir por ahí; que lo que pasa es que me falta conciencia de género en un mundo en el que hay mucha conciencia de género subliminal; que simplemente por llamarme Isabel y no Antonio, ya me están cerrando puertas sin ni siquiera mirar lo que hago. Si esto fuera así, ¿me voy a poner a luchar contra ello? Ostras, pues no; bastante tengo con luchar contra el tiempo, que no me llega, para poder leerme todos los libros y aún no libros que tengo que leerme a la semana; para escribir todas páginas que tengo que escribir a la semana sin dejar de quedar con mis amigos, llamar a mi madre, dormir alguna que otra siesta y, encima, alimentarme bien. ¿Se imaginan que por mi cualidad de mujer, encima, tuviera hijos? Pues yo no voy a imaginármelo, disculpen, soy así de egoísta y así de poco empática con las que sí los tienen.

Disculpen pero no voy a denunciar nada ni voy a ponerme a llamar la atención sobre mi género, me falta conciencia de grupo, de sexo, de lo que sea que pueda uno tener conciencia.

¿He sido ya lo suficientemente antipática? Igual diciendo esta perogrullada que voy a decir ahora lo arreglo un poco: Señores de jotdown, señores de Les Males Herbes, señores de L'hora del lector y de todas las publicaciones, programas de radio, televisión, señores elaboradores de cánones literarios, de libros de historia, de anuarios de grandes hitos de la humanidad: si son ustedes de los que aún se fijan en si la persona susceptible de figurar es hombre o mujer antes que en su obra, son ustedes unos ignorantes y hacen mal su trabajo.

Pero bueno, me da igual, es cosa suya. Yo, ahora, si me disculpan, voy a seguir intentando hacer bien el mío. (Y que sepan que odiaría enterarme de que, si un día me llaman para figurar en cualquier lado, la conversación que ha dado pie a la llamada hubiera empezado así: "Hey, tenemos que meter a alguna tía, que nunca lo hacemos y luego se quejan".)