Mi amigo Natxo, que encarna, en palabras de un escritor catalán en ciernes, el equilibrio perfecto entre garrulismo e intelectualidad, se ha buscado una misión en la vida: desequilibrar las encuestas. Mi amigo Natxo está convencido de que nos sacan información por todos lados, a cualquiera se la sacan, que eso es inevitable en la era de las redes sociales, los blogs y las encuestas a pie de calle, y de que luego aprovechan esa información para dos cosas: primero, hacerse ricos y segundo, manipularnos. O vicecersa. Cuando dice esto, mi amigo Natxo habla de, por ejemplo, las productoras de televisión que diseñan su producto a base de estudios de shares pasados y basan su estrategia en el ¿les gusta el café? pues café para todos y una vez decidido que café para todos, ya veremos qué ponemos y les colamos con ese café.
Así que mi amigo Natxo ha decidido dedicarse a despistar a las cafeteras del mundo. Existen mil maneras y métodos de sacarnos la información pero fuente sólo hay una: nosotros. Vamos a crearles un problema haciéndonos crecer caños y grifos y escupiendo unas veces agua, otras vino y otras kalimotxo; que tengan que pararse a pensar de dónde beben y cuáles son los motivos por los que unas veces escupimos una cosa y otras veces otra. En resumen: vamos a complicarles la vida.
Yo soy fan de mi amigo Natxo. Yo crearía una religión que consistiera en obrar según su Palabra. Así que ayer mostré interés por una cosa por la que no lo había mostrado nunca antes. Hice algo que yo creo que nadie, ni un estadista de cabecera que tuviera asignado, que llevara años siguiendo mi disoluta trayectoria de afinidades políticas, habría esperado de mí. Y lo hice, ya saben, para despistar.
Ayer me planté en el MACBA dispuesta a asistir al acto de presentación del canal en inglés de la Agència Catalana de Notícies.
Tengo que reconocer que en primera instancia fui por amistad: desde hace unas semanas hay una nueva actriz en el teatro de mi círculo de amistades más próximo: Gemma. Gemma me cae bien. Le cae mejor aún a mi amigo Jordi, pero ésa es otra historia. Para Gemma lo de ayer era profesionalmente importantísimo, para Jordi era muy importante y para mí era importante y encima encajaba en la línea de acción del marear la perdiz que propone Natxo. Así que para allá que me fui.
El acto se presentaba en forma de debate sobre las líneas a seguir para la internacionalización de una Catalunya independiente o, al menos, con ganas de serlo. Participaban, agárrense los machos, (copio y pego de la web de la ACN) l'expresident Jordi Pujol, l'investigador Jordi Camí, l'economista Jordi Galí, l'empresari Ferran Soriano i l'arquitecta Benedetta Tagliabue. Todos empezaron a hablar de lo importante que era para Catalunya ser internacional para ser independiente. No te jode. Como si hubiera otra manera de serlo teniendo en cuenta que uno (país) es independiente precisamente si es internacional para todo el mundo excepto para él mismo...
Una vez puestos todos de acuerdo en este nada controvertido punto, empezaron a hablar de números: el economista, de PIBs; el empresario, de aeropuertos; el investigador, de idas y venidas de cerebros científicos; el expresidente, de kilómetros de vías de trenes de alta velocidad; y Tagliabue... bueno, Tagliabue de qué contenta se ponía cada vez que llegaba a Barcelona desde Shanghai. El caso es que, Tagliabue -que hablaba todo el rato de sí misma- a parte, nadie hablaba de personas. Ni de personas ni de qué piensan las personas ni de la manera de hacer de esas personas. Números y datos exclusivamente. Ni sentir ni pensar de quienes generaban esos datos. Ni sentir ni pensar de quienes, al otro lado de la frontera, recibían esos datos. Sólo hubo un momento en el que Jordi Galí, el economista, hizo un primer amago de humanización del asunto: en medio de todos esos números que hablaban de una más que posible independencia matemática de Catalunya, dijo algo así como que también había que ser sinceros y sensatos y reconocer que fuera, a Catalunya, no se le ve ni de coña como un Estado independiente; que ya es muuuucho que la gente viajada y leída tenga una pequeña idea de qué es Catalunya. ¡Zas! (No se volvió a pisar este terreno en toda la sesión).
Así que todos de acuerdo en que hay cosas que matemáticamente son posibles. Que Belén Esteban triunfe matemáticamente es posible: lo está haciendo. Que Catalunya sea matemáticamente independiente, es posible: lo podría conseguir. Que todo el mundo reconozca el prestigio y el mérito de cualquiera de las dos, eso es otra cosa. Puede que Belén Esteban incluso tuviera ahora mismo más oportunidad que Catalunya de ser declarada Estado independiente, miren qué les digo. Puede que a Europa o a la OTAN, les interesara ahora mismo tener las fronteras de Belén Esteban mucho más delimitadas que las de Catalunya. Pero ya lo dijo el Molt Honorable ayer por la tarde en el MACBA: a Europa ahora no le interesa tener nuevas independencias.
Yo espero que después de lo de ayer, me apunten en la lista estadística de independentistas catalanes, en la de los más conservadores, en la de los que saben lo que hacen y trabajan con números y volúmenes de negocio que, seguramente, son los más peligrosos para Madrid. Mientras eso pasa, me dedicaré a contar los días para el concierto del Salaíto y del Puchero del próximo 17 de marzo en el Taller de Músics.