Totalmente desvelada, a las 5 de la mañana, me he puesto a mirar manuales de taxidermia. Y entre que aún no ha amanecido, el silencio este tan desubicado (que aún sin ser de día, esto sigue siendo el centro de Barcelona) y el tono tan técnico y aséptico de las explicaciones que he ido encontrando sobre maneras de cortar, abrir, vaciar, rellenar y substituir, han hecho que una sensación de ilegalidad y de estar en la mente de un asesino extremadamente escrupuloso me haya acompañado hasta ahora que ya está empezando a amanecer.
En el noble arte de la taxidermia se trabaja sobre animales ya muertos. Pero si un día de éstos se presentan por sorpresa en mi casa y les abro con un delantal de charcutero puesto, no sé, corran.