Llevo unos días que me asalta un poco la cosa esta del si no estaré haciendo un poco el primo; me pongo en plan hacer balance y no me acaban de cuadrar las cuentas; y todo es porque me ha dado por pensar si el amor debería cobrarse o, lo que es lo mismo, empezar a ejercerlo esperando algo a cambio: parece que eso es con lo que todo el mundo cuenta.
Luego me acabo acordando de este cuento de Unamuno que leí hace unos meses: Ver con los ojos. Básicamente cuenta la historia de un tío cenizo que se cruza con una tía alegre. Gana la cenicez, en un principio: ella encuentra un escrito suyo olvidado en una mesa del bar en el que trabaja de camarera, lo lee y se contagia de una tristeza brutal: pierde toda la alegría.
Él, Juan se llama, se da cuenta de qué ha hecho cuando ella, Magdalena, que no lloraba nunca, con lágrimas en los ojos, le devuelve el escrito. Y pasa esto: Juan tomó el papel, vio lo que era, lo estrujó, miró entre sombrío y avergonzado a la joven y dejó descansar su fatigada cabeza en sus ociosas manos. Todos los vientos de tempestad se desencadenaron sobre aquel pobre espíritu perdido en las tinieblas; vaciló, cayó, se alzó, para volver a caer, a tornar a levantarse; pasaron en revuelto maridaje los pájaros que anidaban en su casa y los murciélagos de la callejuela, el sol del mediodía y la oscuridad de la noche; toda la angustia le lleno el alma; sintió el único y verdadero dolor que en años no había sentido, y sus lágrimas acrecieron el contenido del vaso.
O sea, Juan no puede con la responsabilidad de haber matado la alegría de Magdalena, que, a fin de cuentas, era la única cosa bella que tenía a mano.
Entonces me dejo de hostias o, lo que es lo mismo, dejo de hacer balances estúpidos impuestos por la forma que tienen otros de ver la vida y el amor, y me aferro a lo que soy y vuelvo a ser más feliz, aunque también me queda un poso de enfado conmigo misma, por haberme dejado arrastrar por un momento al lado oscuro.
Joder, lo que cuesta a veces mantener el humor.
"Ver con los ojos" es el cuento de Unamuno que abre los Cuentos completos que ha editado hace unos meses Páginas de Espuma, es fantástico. Termina así: "La verdadera abnegación no es guardase las penas, es saberlas compartir". Todos los cuentos de Unamuno recopilados aquí contienen una moralina tremenda; a fin de cuentas, a nadie le interesa ser abnegado hoy día, aún así, algunos tocan de tan cerca -como este en mi caso- que ponen los pelos de punta. Desde que lo leí, no me lo puedo quitar de la cabeza y diría que incluso ha regido alguna de mis más recientes decisiones.
(Ya disculparán la tan personal interpretación del asunto...).
Pueden encontrar el cuento completo aquí.