Sean malos con criterio, malos selectivos, malos de maldad inteligente.
Yo digo que se mueran los malos indiscriminados, los de no he podido evitarlo porque soy así, los escorpiones de esto de aquí abajo era una rana y yo ahora me estoy ahogando en mi propia mierda; los malos de me ha cogido el punto, se me ha escapado la rabia y no he podido evitar darte una bofetada.
Que se vayan a al cuerno los de maldad de daño colateral, que es como mear sin apuntar, salpicar fuera del váter y que te sepa muy mal porque estás en casa de un amigo, se ha acabado el papel higiénico, no sabes dónde está la fregona y te da mucha vergüenza preguntárselo.
Que se pudran también los de maldad inconsciente, esos que van creyendo que todo se hace por algo y, si alguien cae por el camino, siempre les queda la excusa del lo he hecho por un fin superior, y eso si llegan a enterarse del muerto que han dejado atrás.
Con lo bonita que es la maldad del donde pongo el ojo, y lo he puesto ahí porque el objetivo llevaba una camiseta que decía dispárame y lo decía cada vez más fuerte, pongo la bala; con lo bien que sienta esa venganza de casi hacer justicia bíblica: con la sensación de haber hecho justicia en general que te deja la cosa.
Hoy he sido mala y estoy orgullosa de haberlo sido; no me encontrarán esta noche lamentándome porque se me haya ido la mano, no me encontrarán lamentado haber hecho nada mal: malo, sí, pero mal, no.
Señora, usted, la que me ha perseguido por toda la tienda al grito de nena, ¿esto cuanto vale?, nena, ¿me buscas una talla L?, nena, ¿esto no lo tienes en azul?, mientras yo atendía a tres clientes a la vez y luego (nena, ¿no me vas a cobrar a mí antes, que solo llevo un jersey?) mientras cobraba a tres más; Señora, escuche: la mañana de Reyes, cuando su marido abra el primoroso paquetito de Macson con su pegatina dorada de felices fiestas, lo primero que verá justo a la altura del cuello de pico del jersey que usted le ha regalado, será una etiqueta cara arriba con el 35,90 € en rojo, bien clarito. Piense en mí en ese momento porque he sido yo, que no la he tachado, que he tenido el rotulador en la mano, dispuesta a hacerlo, pero he visto que miraba usted para otro lado y he pensado esta es la mía, pero sobre todo piense en usted, que me ha dado la tarde, hostia.
Ay, qué gusto irse a dormir con esta sensación de haber sido por un momento la vengadora del proletariado del sector terciario. Ser mala así, sí.
Viva yo.