Día de mezcla de lecturas y acciones de alto riesgo para la mente (para la mía, en concreto).
Me paso la mañana leyendo el Dietario voluble de Vila-Matas. Creo que si sumamos la vez que me lo leí del tirón más las veces que he leído trocitos de este libro desde que lo tengo en mi poder, me lo habré leído entero unas ocho veces. Pregunten, pregunten.
El momento en el que explica cómo un día, yendo por la calle, se esconde detrás de un camión al ver a tres críticos literarios, provoca en mí cada vez que lo leo la misma carcajada que provoca en mí, cada vez que lo oigo, mi chiste favorito desde que tenía 8 años (Mira, una piedra preciosa. ¡Pero si es un ladrillo! Pues a mí me gusta...). ¿Quieren verme troncharme? Prueben a explicarme cualquiera de estas dos cosas. No fallan.
Uno (sólo uno) de mis terrores más terroríficos es encontrarme un día con Vila-Matas y que me cuente el chiste del ladrillo. Creo que entraría en un coma espasmódico del que nunca lograría volver. Lo mejor es que moriría sonriendo.
Esa ha sido la primera lectura del día.
La segunda lectura del día: "Vercoquin y el plancton", de Boris Vian, traducido por Lluís Maria Todó (¡¡¡viva!!!) y editado por Impedimenta (¡¡¡viva!!! ¡¡¡viva!!!).
Y la tercera, más que lectura, remetalectura: gente leída leyendo sobre lectura. Sobre un escritor, en concreto: Albert Camus. Piénsenlo: Boris Vian hace humor llevando al extremo sentimientos y relaciones humanas; Albert Camus hace horror llevando al extremo sentimientos y relaciones humanas. Y los dos hablan de sentimientos y reacciones humanas de verdad.
El psicópata de Vila-Matas hace humor y horror llevando al extremo sentimientos y reacciones sólo suyos; es un kamikaze el tío.
Entre medio, yo misma he intentado hacer un poco de horror llevando al extremo sentimientos y reacciones inventadas de Koldo.
Qué gran día.