Veo que la revista Time Out (¡Hola, Nopca!) convoca un concurso cuyo premio es asistir en el Palau Sant Jordi a las pruebas de sonido para el concierto de Peter Gabriel.
(Inciso: éste es el momento en el que me planteo si seguir escribiendo o no. La mayoría de la gente que lee este blog me conoce y sabe qué mecanismos mentales me puede llegar a activar un hecho como el que acabo de describir. Pero en seguida pienso que la mayoría de la gente que lee este blog, también porque me conoce, sabe de cuánto me gustan estos caramelitos que me ofrece la vida moderna y de mi gran verborrea, así que es inevitable: lo siento por ustedes pero voy a seguir escribiendo. Voy.)
Decía que veo que la revista Time Out (¡Hola, Nopca!) convoca un concurso cuyo premio es asistir en el Palau Sant Jordi a las pruebas de sonido para el concierto de Peter Gabriel.
Primero me pregunto: ¿Quién puede querer ir a ver a Peter Gabriel diciendo "Sí, sí, sí..." delante de un micrófono? También es verdad que un muy muy fan podría aprovechar la coyuntura y en un loable ejercicio de explotar al máximo los recursos que el azar le ofrece, ponerse a insertar entre "sí" y "sí" preguntas a las que le encantaría que Peter Gabriel le respondiera de forma afirmativa. Quedaría una cosa así:
-Peter
-SÍ
-¿ Tenías ganas de verme?
-SÍ
-¿A que hoy estoy más guapo que nunca?
-SÍ
-Todas las canciones del concierto que harás luego, ¿me las dedicas a mí y sólo a mí?
-SÍ
-Y cuando acabes ¿me invitarás a tu hotel y me harás cosas que nunca nadie me ha hecho además de todo lo que yo te pida aunque ya me lo hayan hecho antes?
-SÍ
Etcétera.
Luego pienso que esto de ir a ver ensayos de cosas es algo que ya se hace en otros campos con gran éxito de público: la gente se pirra por ir a ver los entrenamientos del Barça o por ver unos cuantos coches dando vueltas de prueba en Montmeló (llámenme inculta de la F1 pero que me aspen si entiendo la diferencia entre las vueltas de entrenamiento y las de no entrenamiento en Montmeló o en cualquier otro sitio). También hay las funciones previas de teatro, aunque en estas últimas a veces parece que más que poner a prueba a los actores a quien realmente se está poniendo a prueba es al público (a ver si se ríen aquí, a ver si aplauden todo lo que esperamos que aplaudan aquí...).
Al final acabo pensando en cuánto le gustaba a un exnovio mío quedarse a dormir los jueves en mi casa para el viernes, antes de ir a trabajar, verme llamar a los taxis e ir cantando las coordenadas para que recogieran y llevaran a la tele a tal o cual escritor. Y concluyo (aunque tampoco lo entiendo demasiado) que si realmente eres fan muy fan de alguien puedes disfrutar como nunca viéndole hacer gárgaras, ponerse los calcetines o dar saltitos en pantalones cortos. Y que eso es amor, señores. Así que decido dejar aquí el link del concurso por si entre mis lectores hay algún fanático de Peter Gabriel loquito por que le responda que sí a alguna petición confesable o no.
También les dejo aquí el link a la web donde pueden encontrar la respuesta a la pregunta del concurso. Todo por tenerlos contentos.
Suerte.
dilluns, 20 de setembre del 2010
Volvía hoy a casa desde el trabajo paseando, cuando me ha venido a la cabeza el Estadístico Ramón. Cuando digo que me ha venido a la cabeza no quiero decir que el Estadístico Ramón sea una persona a la que conozco y de la que de repente me he acordado, sino que la imagen de un señor que es estadístico y a quien no conozco de nada ha aparecido en mi cabeza y me ha empezado a contar de la preocupación que le ronda desde que salió de la escuela de estadísticos y se puso a trabajar en lo suyo.
Le he puesto de nombre Ramón porque he sentido la necesidad de titular este acontecimiento y me ha hecho gracia hacerlo con una rima, así: "La gran preocupación del Estadístico Ramón".
Ya ven.
El Estadístico Ramón me ha contado que enseguida de empezar a ejercer, se dio cuenta de que el gran problema de la estadística era que la gente no se sentía implicada, que, por ejemplo, cuando un ciudadano X leía en el periódico que el 0,003% de la población española moría al año por cáncer de pulmón, no sólo no se imaginaba que él podría formar parte de ese 0,003% sino que ni tan sólo llegaba a imaginarse que podría formar parte del 99,997% restante y que incluso era posible que dicho ciudadano X, especialmente en zonas como Catalunya, Euskadi y Galicia, ni siquiera se sintiera parte del conjunto de la población española y entonces, ya, sí que no había nada que hacer.
Iba diciendo Ramón todo esto y cuando a mí se me ha escapado un bostezo que a él no le ha pasado por alto y que le ha dado pie a decirme que se daba perfecta cuenta de que me estaba aburriendo pero que no me sintiera culpable por ello, que aburrir a la gente era la historia de su vida y que eso era precisamente lo que quería dejar de hacer dándole un giro total a la ciencia de la estadística, que llevaba años repensando la teoría centrándose exclusivamente en la formulación de los resultados (el método para conseguirlos consideraba que funcionaba bien) y que si quería me lo explicaba. Le he dicho que sí porque, aunque aunque había intentado eximirme de toda culpa, sí que me sentía un poco mal (por lo del bostezo).
Entonces me ha explicado que la solución, a su modo de ver, era en vez de coger a 100 personas por el todo, coger sólo a una para convertirla en el objeto paciente de la información que se le quería hacer llegar. Por ejemplo: ¿que se quiere que yo sienta en mis carnes el peligro de morir de cáncer de pulmón? pues se titula el resultado del estudio de la siguiente manera: "Este año, en España, la uña derecha del pie izquierdo de Isabel Sucunza morirá de cáncer de pulmón": Isabel Sucunza es el 100 y la uña de su pie izquierdo es el 0,003 por ciento de ese 100.
Me tenía medio convencida de que aquello podría funcionar cuando he recordado una conversación que tuve hace unos días con Pau y Enric: los dos me dijeron que había adelgazado, a lo que yo contesté que no eran los primeros que me lo decían últimamente pero que a mí los pantalones me quedaban igual de justos que siempre, que a lo mejor sólo había adelgazado de cara. La conversación terminó ahí pero yo me quedé aún un rato pensando en lo extraño que podría ser que una persona adelgazara sólo de cara o de rodilla o de pie. Por eso me ha venido aquella conversación a la cabeza al hilo de las explicaciones del Estadístico Ramón: si de magnitudes y porcentajes se trata, que la uña del dedo meñique de un pie flaco muera de cáncer de pulmón no supone tanto como que muera de cáncer de pulmón la uña del dedo meñique de un pie obeso. He pensado en preguntarle al Estadístico Ramón si había tenido en cuenta esta variable, pero ya estaba llegando a casa y tenía la sensación de que sólo conseguiría complicar mucho las cosas y aburrirme aún más.
El Estadístico Ramón ha desaparecido de mi cabeza en el momento en el que yo abría la puerta de mi portal. Supongo que ha notado que estaba a punto de volver a bostezar.
Le he puesto de nombre Ramón porque he sentido la necesidad de titular este acontecimiento y me ha hecho gracia hacerlo con una rima, así: "La gran preocupación del Estadístico Ramón".
Ya ven.
El Estadístico Ramón me ha contado que enseguida de empezar a ejercer, se dio cuenta de que el gran problema de la estadística era que la gente no se sentía implicada, que, por ejemplo, cuando un ciudadano X leía en el periódico que el 0,003% de la población española moría al año por cáncer de pulmón, no sólo no se imaginaba que él podría formar parte de ese 0,003% sino que ni tan sólo llegaba a imaginarse que podría formar parte del 99,997% restante y que incluso era posible que dicho ciudadano X, especialmente en zonas como Catalunya, Euskadi y Galicia, ni siquiera se sintiera parte del conjunto de la población española y entonces, ya, sí que no había nada que hacer.
Iba diciendo Ramón todo esto y cuando a mí se me ha escapado un bostezo que a él no le ha pasado por alto y que le ha dado pie a decirme que se daba perfecta cuenta de que me estaba aburriendo pero que no me sintiera culpable por ello, que aburrir a la gente era la historia de su vida y que eso era precisamente lo que quería dejar de hacer dándole un giro total a la ciencia de la estadística, que llevaba años repensando la teoría centrándose exclusivamente en la formulación de los resultados (el método para conseguirlos consideraba que funcionaba bien) y que si quería me lo explicaba. Le he dicho que sí porque, aunque aunque había intentado eximirme de toda culpa, sí que me sentía un poco mal (por lo del bostezo).
Entonces me ha explicado que la solución, a su modo de ver, era en vez de coger a 100 personas por el todo, coger sólo a una para convertirla en el objeto paciente de la información que se le quería hacer llegar. Por ejemplo: ¿que se quiere que yo sienta en mis carnes el peligro de morir de cáncer de pulmón? pues se titula el resultado del estudio de la siguiente manera: "Este año, en España, la uña derecha del pie izquierdo de Isabel Sucunza morirá de cáncer de pulmón": Isabel Sucunza es el 100 y la uña de su pie izquierdo es el 0,003 por ciento de ese 100.
Me tenía medio convencida de que aquello podría funcionar cuando he recordado una conversación que tuve hace unos días con Pau y Enric: los dos me dijeron que había adelgazado, a lo que yo contesté que no eran los primeros que me lo decían últimamente pero que a mí los pantalones me quedaban igual de justos que siempre, que a lo mejor sólo había adelgazado de cara. La conversación terminó ahí pero yo me quedé aún un rato pensando en lo extraño que podría ser que una persona adelgazara sólo de cara o de rodilla o de pie. Por eso me ha venido aquella conversación a la cabeza al hilo de las explicaciones del Estadístico Ramón: si de magnitudes y porcentajes se trata, que la uña del dedo meñique de un pie flaco muera de cáncer de pulmón no supone tanto como que muera de cáncer de pulmón la uña del dedo meñique de un pie obeso. He pensado en preguntarle al Estadístico Ramón si había tenido en cuenta esta variable, pero ya estaba llegando a casa y tenía la sensación de que sólo conseguiría complicar mucho las cosas y aburrirme aún más.
El Estadístico Ramón ha desaparecido de mi cabeza en el momento en el que yo abría la puerta de mi portal. Supongo que ha notado que estaba a punto de volver a bostezar.
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