Siempre que leo que alguien se refiere a otro alguien por el gentilicio para no repetirle el nombre a la segunda frase, se me antoja que escriba en genérico, y el artículo se me acaba volviendo un cúmulo de afirmaciones nazis.
El alemán toca el balón como los dioses.
Creo que la culpa es de "el abejaruco" de Félix Rodríguez de la Fuente.
dijous, 24 de gener del 2013
dimarts, 22 de gener del 2013
¿Lo han visto, no?
Andan preparándolo todo para que algún pez gordo vaya a la cárcel. Probablemente ya tengan pensado quién y hasta lo hayan hablado con él. Probablemente la cosa haya sido una especie de pacto cargadito de condiciones. Puede que a estas alturas ya tengan la celda pintada y le hayan cambiado el catre por una señora cama. Puede que incluso hayan determinado el tiempo que se va a quedar ahí dentro, el régimen y el absoluto aislamiento del resto de presos y de celadores, incluso: no me extrañaría que hubieran incluido una cláusula por la cual pudiera llevarse su propio servicio, pero, then again, es que estoy viendo demasiado Dowton Abbey.
Y ¿todo esto para qué? Para aplacar a la masa, claro. ¿Hace falta aplacar a la masa? Sí. Todo el mundo sabe que andamos anestesiados pero que el despertar supondría un punto de no retorno, así que venga a trankimazines con hondas: primero fueron los seis mil pisos, ahora es el momento del banquero en la cárcel y crucemos los dedos porque éste sepa llorar mejor.
Es que no hay mundial en perspectiva y, ya saben, los recortes, la corrupción, los escándalos de la monarquía no se calman ya a base de tetazos en telecinco, que vaya rápido quemó aquel cartucho disuasorio de verle las tripas a la transición.
Pues nada, ya andan empapelando los pilares del viaducto anunciando el nuevo circo que se acerca a los diarios. Igual confiaban en que no lo viéramos antes de tiempo. Seguro confían en que, aunque visto, va a funcionar igual.
Y, mierda, que, otra vez, van a tener razón.
Andan preparándolo todo para que algún pez gordo vaya a la cárcel. Probablemente ya tengan pensado quién y hasta lo hayan hablado con él. Probablemente la cosa haya sido una especie de pacto cargadito de condiciones. Puede que a estas alturas ya tengan la celda pintada y le hayan cambiado el catre por una señora cama. Puede que incluso hayan determinado el tiempo que se va a quedar ahí dentro, el régimen y el absoluto aislamiento del resto de presos y de celadores, incluso: no me extrañaría que hubieran incluido una cláusula por la cual pudiera llevarse su propio servicio, pero, then again, es que estoy viendo demasiado Dowton Abbey.
Y ¿todo esto para qué? Para aplacar a la masa, claro. ¿Hace falta aplacar a la masa? Sí. Todo el mundo sabe que andamos anestesiados pero que el despertar supondría un punto de no retorno, así que venga a trankimazines con hondas: primero fueron los seis mil pisos, ahora es el momento del banquero en la cárcel y crucemos los dedos porque éste sepa llorar mejor.
Es que no hay mundial en perspectiva y, ya saben, los recortes, la corrupción, los escándalos de la monarquía no se calman ya a base de tetazos en telecinco, que vaya rápido quemó aquel cartucho disuasorio de verle las tripas a la transición.
Pues nada, ya andan empapelando los pilares del viaducto anunciando el nuevo circo que se acerca a los diarios. Igual confiaban en que no lo viéramos antes de tiempo. Seguro confían en que, aunque visto, va a funcionar igual.
Y, mierda, que, otra vez, van a tener razón.
dijous, 17 de gener del 2013
De cuando, leyendo a Saki, me engancho a Downton Abbey. Entro al día siguiente en la sección 'sociedad' del diario y me llevo una decepción morrocotuda.
Hemos estado los vecinos de Carretes liados estas últimas semanas con la gestión del bloque, que es como una casona encorsetada porque estando extramuros, nos creció alrededor una ciudad.
No se crean que no soy consciente de que mi bloque es lo que es y nunca fue un palacete victoriano; es que conozco a la heredera, o a quien lo habría sido, al menos, si los pisos, como algunas carreras, se adquirieran por la experiencia de vivirlos, que es experiencia mucho más válida que comprarlos o que hasta construirlos. Pero no, esa experiencia no cuenta; si contara, Gemma habría sido la tercera generación de su familia en Carretes Abbey, yo podría haber entrado como su ayuda de cámara, por ejemplo, Antonio como su amo de llaves y Jaume como el cocinero. Craig, como más aún: Craig podría haber sido el ayuda de cámara de la época de la tía abuela de Gemma, y ahora, no quedando nadie de la familia incial, sería el jefe de todo esto, que no se crean que no lo es un poco ya; y habría sido Craig quien echara a los ocupas del tercero a quienes echaron el fin de semana pasado, si alguien los hubiera tenido que echar.
Pero bueno, todo esto no va así. Ni lo del derecho al piso por vivirlo ni lo de las crónicas de sociedad. Porque ya me dirán qué noticia es la noticia de mañana, en qué sección va que Soraya llorara, que Soraya llorara en el momento que daba viviendas no habitadas, y cómo nos la tendremos que tomar.
A mí que un jefe llore me da miedo, y más si llora en el momento en que me está haciendo un favor. Imaginen que viene el jefe y les dice con lágrimas en los ojos: "Tómese unos días de vacaciones, para que pueda estar con los suyos y tenga menos preocupación". A mí me daría un soponcio de pensar que está a punto de darme un soponcio: de pensar que estoy desahuciado o así; o me daría un soponcio de pensar que está disimulando, que en cuanto salga por la puerta me la va a cerrar y a cambiar la cerradura para nunca dejarme volver.
Soraya ha sido la viva imagen del amo del perro en la sala de espera del veterinario, a la espera de la inyección tranquilizante, el día que el bicho ha dado señales de tener la rabia. Bueno, Soraya -y le digo por el nombre porque ella hace un rato hacía como si nos tratara de tú- ha sido peor, porque Soraya ha hecho como si llorara y luego se aguantara para no llorar. Soraya sabe que ha hecho lo que hacía falta hacer para que no (se) le crezcan los enanos, para que no le muerdan los perros, los que llevaban ya tiempo sin tener ya nada que perder, los que, como los de Etxauri antes de ayer, se quedaron sin casa y acabaron vagando por ahí. Pero seis mil casas a entre 150 y 400 euros de alquiler, son pocas casas y son casas caras para quien no tiene con qué pagar. Hay demasiados perros pobres sueltos y el tiempo en esto sí que acaba convalidando derechos para acabar haciendo una revolución o, si quieren, una desesperación.
Hemos estado los vecinos de Carretes liados estas últimas semanas con la gestión del bloque, que es como una casona encorsetada porque estando extramuros, nos creció alrededor una ciudad.
No se crean que no soy consciente de que mi bloque es lo que es y nunca fue un palacete victoriano; es que conozco a la heredera, o a quien lo habría sido, al menos, si los pisos, como algunas carreras, se adquirieran por la experiencia de vivirlos, que es experiencia mucho más válida que comprarlos o que hasta construirlos. Pero no, esa experiencia no cuenta; si contara, Gemma habría sido la tercera generación de su familia en Carretes Abbey, yo podría haber entrado como su ayuda de cámara, por ejemplo, Antonio como su amo de llaves y Jaume como el cocinero. Craig, como más aún: Craig podría haber sido el ayuda de cámara de la época de la tía abuela de Gemma, y ahora, no quedando nadie de la familia incial, sería el jefe de todo esto, que no se crean que no lo es un poco ya; y habría sido Craig quien echara a los ocupas del tercero a quienes echaron el fin de semana pasado, si alguien los hubiera tenido que echar.
Pero bueno, todo esto no va así. Ni lo del derecho al piso por vivirlo ni lo de las crónicas de sociedad. Porque ya me dirán qué noticia es la noticia de mañana, en qué sección va que Soraya llorara, que Soraya llorara en el momento que daba viviendas no habitadas, y cómo nos la tendremos que tomar.
A mí que un jefe llore me da miedo, y más si llora en el momento en que me está haciendo un favor. Imaginen que viene el jefe y les dice con lágrimas en los ojos: "Tómese unos días de vacaciones, para que pueda estar con los suyos y tenga menos preocupación". A mí me daría un soponcio de pensar que está a punto de darme un soponcio: de pensar que estoy desahuciado o así; o me daría un soponcio de pensar que está disimulando, que en cuanto salga por la puerta me la va a cerrar y a cambiar la cerradura para nunca dejarme volver.
Soraya ha sido la viva imagen del amo del perro en la sala de espera del veterinario, a la espera de la inyección tranquilizante, el día que el bicho ha dado señales de tener la rabia. Bueno, Soraya -y le digo por el nombre porque ella hace un rato hacía como si nos tratara de tú- ha sido peor, porque Soraya ha hecho como si llorara y luego se aguantara para no llorar. Soraya sabe que ha hecho lo que hacía falta hacer para que no (se) le crezcan los enanos, para que no le muerdan los perros, los que llevaban ya tiempo sin tener ya nada que perder, los que, como los de Etxauri antes de ayer, se quedaron sin casa y acabaron vagando por ahí. Pero seis mil casas a entre 150 y 400 euros de alquiler, son pocas casas y son casas caras para quien no tiene con qué pagar. Hay demasiados perros pobres sueltos y el tiempo en esto sí que acaba convalidando derechos para acabar haciendo una revolución o, si quieren, una desesperación.
dissabte, 12 de gener del 2013
Volver a leer esto:
¡Enemigos, no hay enemigos!, exclamo yo, el necio viviente. ('Humano, demasiado humano', Nietzsche. Akal).
Y ver que, en su día, lo leíste mal, porque aún no habías leído 'Nietzsche contra Wagner' (de Nietzsche, también. Edicions de 1984).
Y creer que Derrida escribió 'Políticas de la amistad', la tercera parte de su conferencia 'El oído de Heidegger', también sin haber leído 'Nietzsche contra Wagner'.
Y que te entre mucha vergüenza por pensar eso de Derrida, y acabar justificando la cosa pensando que, a lo mejor, la culpa es de Nietzsche porque escribió aquello cuando aún le faltaba el Wagner enemigo.
Y cerrar todos los libros y decidir hacer la siesta con la cabeza debajo de la almohada, por el miedo aquel recurrente a que te explote mientras intentas asimilarlo todo.
¡Enemigos, no hay enemigos!, exclamo yo, el necio viviente. ('Humano, demasiado humano', Nietzsche. Akal).
Y ver que, en su día, lo leíste mal, porque aún no habías leído 'Nietzsche contra Wagner' (de Nietzsche, también. Edicions de 1984).
Y creer que Derrida escribió 'Políticas de la amistad', la tercera parte de su conferencia 'El oído de Heidegger', también sin haber leído 'Nietzsche contra Wagner'.
Y que te entre mucha vergüenza por pensar eso de Derrida, y acabar justificando la cosa pensando que, a lo mejor, la culpa es de Nietzsche porque escribió aquello cuando aún le faltaba el Wagner enemigo.
Y cerrar todos los libros y decidir hacer la siesta con la cabeza debajo de la almohada, por el miedo aquel recurrente a que te explote mientras intentas asimilarlo todo.
Ahora me ha dado por pensar en el Estado-empresa. Seguro que es una nueva caída del guindo por mi parte, pero no se me había ocurrido antes. Al menos, no sobre el Estado. Lo más parecido que me había venido hasta ahora a la cabeza había sido la idea editorial-empresa, siempre como explicación -hasta justificación (todo por la pasta)- de la decadencia del mito editorial como entidad cultural; cultural de alta cultura; alta como en 'de alta cuna, de baja cama': ¡Cuántas cosas explica esta canción! Explica, entre otras peripecias, la bajada del 'sube a buscarme si puedes' al '¿cómo quieres que me llame?', y digo bajada queriendo decir caída, porque caer es lo que hay que hacer para comprender todo esto que digo. Caer es perder. No es lo mismo bajar, del burro, por ejemplo. Bajar es a entender lo que caer es comprender. Es muy distinto. Me estoy liando.
Lo que quiero decir es que, si el objetivo, por definición, de una empresa es ganar dinero, si no lo gana, es una empresa fracasada. Esto, traducido a la editorial-empresa, vendría a querer decir que si una editorial, teniendo oportunidad de hacerlo, no publica a María Dueñas, por decir una, es una mala editorial-empresa. Esto quiere decir que una editora de una editorial-empresa, si no dice esto
“traduir del castellà no té cap sentit quan es tracta d’una obra molt literària, o amb una forta empremta d’autor, però quan es crea un fenomen que sobrepassa l’estricte interès literari aleshores crec que sí que val la pena traduir.
(Toda la entrevista, aquí).
sería una mala editora.
¿Dónde queda entonces la alta cultura? Fuera. Queda fuera. Porque la alta cultura no vende.
Volvamos al Estado-empresa.
¿Qué beneficio hay en reciclar todo el vidrio aunque el fabricante de ese vidrio no haya pagado su tasa por reciclarlo? Bueno, un beneficio ecológico hay, sí. ¿Cuánta pasta da el beneficio meramente ecológico? Ninguna. Igual mueren menos animalillos, menos plantas y tal, gracias al beneficio meramente ecológico, pero pasta, lo que es pasta: ni un duro. Y, oye, si las empresas, respaldadas por el Estado, que se dedican a ello están ahí, es precisamente para ganar duros, no para que los animalillos crezcan en un ambiente más sano.
Ah, nosotros somos animalillos, por cierto.
Somos los animalillos que pagamos por el reciclaje, los que pagamos por los libros, creyendo que pagamos por la ecología y que pagamos por la cultura.
¿Ven el timo? Pues sobre todo no caigan: bajen. Bajen a verlo para, inmediatamente, querer dar el salto que hace falta para subir. Pero para eso tendrán que equiparse primero: aquí dan una buena y clara información sobre todo el engaño este del reciclaje que les comentaba.
En cuanto a la cultura, no sé: ya verán cómo se las apañan. Lleva tiempo y trabajo, la cosa. Y no aporta demasiado beneficio económico, por no decir ninguno... Y, claro, eso no cuadra con la idea persona-empresa, que es otra cosa que también daría para un post.
Lo que quiero decir es que, si el objetivo, por definición, de una empresa es ganar dinero, si no lo gana, es una empresa fracasada. Esto, traducido a la editorial-empresa, vendría a querer decir que si una editorial, teniendo oportunidad de hacerlo, no publica a María Dueñas, por decir una, es una mala editorial-empresa. Esto quiere decir que una editora de una editorial-empresa, si no dice esto
“traduir del castellà no té cap sentit quan es tracta d’una obra molt literària, o amb una forta empremta d’autor, però quan es crea un fenomen que sobrepassa l’estricte interès literari aleshores crec que sí que val la pena traduir.
(Toda la entrevista, aquí).
sería una mala editora.
¿Dónde queda entonces la alta cultura? Fuera. Queda fuera. Porque la alta cultura no vende.
Volvamos al Estado-empresa.
¿Qué beneficio hay en reciclar todo el vidrio aunque el fabricante de ese vidrio no haya pagado su tasa por reciclarlo? Bueno, un beneficio ecológico hay, sí. ¿Cuánta pasta da el beneficio meramente ecológico? Ninguna. Igual mueren menos animalillos, menos plantas y tal, gracias al beneficio meramente ecológico, pero pasta, lo que es pasta: ni un duro. Y, oye, si las empresas, respaldadas por el Estado, que se dedican a ello están ahí, es precisamente para ganar duros, no para que los animalillos crezcan en un ambiente más sano.
Ah, nosotros somos animalillos, por cierto.
Somos los animalillos que pagamos por el reciclaje, los que pagamos por los libros, creyendo que pagamos por la ecología y que pagamos por la cultura.
¿Ven el timo? Pues sobre todo no caigan: bajen. Bajen a verlo para, inmediatamente, querer dar el salto que hace falta para subir. Pero para eso tendrán que equiparse primero: aquí dan una buena y clara información sobre todo el engaño este del reciclaje que les comentaba.
En cuanto a la cultura, no sé: ya verán cómo se las apañan. Lleva tiempo y trabajo, la cosa. Y no aporta demasiado beneficio económico, por no decir ninguno... Y, claro, eso no cuadra con la idea persona-empresa, que es otra cosa que también daría para un post.
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